“Veo las noticias y corroboro que es inadmisible abandonarse tranquilamente a la idea de que el mundo superará sin más la crisis que atraviesa. El desarrollo facilitado por la técnica y el dominio económico, han tenido consecuencias funestas para la humanidad. Y como en otras épocas de la historia, el poder, que en un principio parecía el mejor aliado del hombre, se prepara nuevamente para dar su última palada de tierra sobre la tumba de su colosal imperio. Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea quizás es mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga.”[1]
Ernesto Sábato
A Sábato se lo ha presentado como un hombre ético y pensante, pero a la vez fatalista y escéptico, alguien perseguido por sus obsesiones y marcado por la desesperanza y la desdicha. Quienes lo han retratado así no han conocido al ser amable y compasivo que personalmente descubrí, y lo han juzgado a través de una lectura superficial de su obra. Sin embargo, coincido con ellos que a lo largo de sus casi cien años de vida Sábato ha revelado signos inequívocos de una existencia atormentada.
Una breve reseña biográfica

Sábato estudiaba Física en la Universidad de La Plata cuando ingresó en la Federación Juvenil Comunista. En poco tiempo se convirtió en secretario de la Juventud Comunista Argentina, organización que lo envió al Congreso Antifascista de Bruselas. “Allí, en el curso de las charlas –recuerda- advertí que los males que yo temía (del sistema soviético) eran peores de lo que yo podía imaginar, y me fugué a Paris[2].
En Francia sufrió una profunda crisis espiritual e ideológica que lo hizo romper con el comunismo, tras la cual retornó a la Argentina para reanudar sus estudios. En 1937 obtuvo el doctorado en Física. Posteriormente fue becado fuera del país y a su regreso fue nombrado catedrático de Física Teórica de la Universidad de La Plata. En 1943 se trasladó a Córdoba donde comenzó su labor literaria. Si bien un año después regresó a los claustros universitarios, su enfrentamiento con el régimen peronista lo obligó a renunciar.
En 1948 publicó su primera novela, “El Túnel”, seguida en 1951 por el ensayo “Hombres y Engranajes”, una de las más descarnadas críticas al materialismo escrita por un científico (cuyo objeto de estudio es precisamente la materia). “Mientras más importante es la torre del conocimiento y más temible el poder allí encerrado -afirmó en ese texto-, más insignificante es el hombre de la calle, más incierta es su soledad”[3]. Tanto este alegato contra la deshumanización generada por la mecanización de los medios de producción como su defensa de la dimensión espiritual del hombre emergieron a partir de allí en todas sus opiniones públicas.
Su obra cumbre, “Sobre Héroes y Tumbas”, que incluye el legendario “Informe sobre Ciegos” apareció en 1961. Luego publicó otros textos menores hasta 1976, cuando salió a la luz “Abadón El Extreminador”, su última novela, de contenido denso, sin unidad argumental. En 1983 Raúl Alfonsín lo designó presidente de la Comisión Nacional de Desaparecidos (CONADEP) y al año siguiente recibió el premio más alto de la literatura castellana, el Premio Cervantes. Muy poco tiempo después tuve el encuentro personal con él.
Sábato y yo
Tenía interés en conocer a Sábato. En aquel momento colaboraba con una revista y pensé que la mejor manera de acercarme era hacerle una entrevista. Lo llamé y le comenté que el obispo metodista Carlos Gattinoni, que también era miembro de la CONADEP, me había dado su teléfono. “Mire -me dijo-, actualmente no concedo entrevistas, pero a ustedes no puedo decirles que no”. Solamente me pidió que no llevara una grabadora, sino un cuestionario escrito.
Una soleada mañana de verano lo visité de en su chalet de Santos Lugares, un suburbio de la Ciudad de Buenos Aires. La casa se hallaba rodeada de árboles tan altos que la vista sugería un bosque. El luminoso living estaba ornamentado con numerosas pinturas con su propia firma. “Ya no me dedico a la literatura. Pintar es una buena terapia para el espíritu”. Charlamos sobre la medicina y los problemas humanos, la soledad ante la enfermedad, las limitaciones de la ciencia y la crueldad de algunas prácticas médicas modernas. Antes de despedirme le dejé el cuestionario. “Mire, no sé cuánto voy a demorar en responderle, a veces tardo meses, pero le prometo que le voy a contestar”.

Varios meses después recibí por correo un sobre sin remitente, con el destinatario escrito a máquina con una letra pequeña. Para mí sorpresa era una respuesta breve y conmovedora, firmada de su puño y letra:

En ese instante me fue difícil comprender cómo una celebridad, en un momento tan difícil de su vida, tenía la deferencia de contestar e incluso disculparse ante un joven casi desconocido, dando explicaciones que pertenecían a su esfera privada.
Más de un año después obedeciendo un impulso interior –y creo que movido por una sincera compasión- le envié una carta. Le escribí acerca del sufrimiento de los armenios, el valiente pueblo del que provengo, víctima del primer genocidio del siglo XX perpetrado por el Estado Turco. Le conté la historia de mi abuelo Agop, uno de sus heroicos sobrevivientes. Cité a Job, la pieza literaria conocida que plantea los padecimientos de las personas justas. Finalmente le hablé de Dios y la esperanza de fe que mueve a vivir.
A los quince días me sorprendió la respuesta de Sábato, extensa y reflexiva:

Dejé pasar unas semanas y le volví a escribirle. Le comenté que en mi opinión, él buscaba el Dios de los filósofos, un Dios razonable, pero alejado del hombre. Le hablé de Jesús, “la imagen del Dios invisible” como dice el apóstol Pablo[4] en la Epístola a los Colosenses y le expuse cómo podía encontrarse espiritualmente con Dios a través de Jesucristo.
Meses después leí declaraciones suyas donde se declaraba humanista y cristiano y posteriormente “una suerte de anarquista cristiano”[5]. Posteriormente en 1991 publiqué una nota sobre estos encuentros personales y epistolares con Sábato en la revista “Visión Joven”[6]. En 1993, cinco años después de nuestro encuentro inicial, volví a escribirle, preguntándole cómo estaba y animándole a seguir teniendo esperanza y a creer en Dios, en este misterioso viaje que es la vida. Prontamente recibí su respuesta:

Epílogo
Esta fue la última comunicación que tuve de él, breve pero elocuente. Sus últimos años se poblaron de mayores tristezas, como la muerte de su hijo Jorge Federico en 1995 y la de su esposa Matilde en 1998. Ese mismo año publicó a manera de memorias su libro “Antes del fin”. Dice allí en referencia a su hijo fallecido “continúo escuchando la música que él amaba, aguardando con infinita esperanza el momento de reencontrarnos en ese

otro mundo, en ese mundo que quizá, quizá exista”[7]. Algunas de las frases de esa obra son la expresión más definitiva de su pensamiento: “Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia”[8]. Al final, y luego de ponderar el método transformador de Gandhi afirma “creo que es desde una actitud anarcocristiana que habremos de encaminar la vida”[9]. En “La resistencia” profundiza aspectos de la contradictoria espiritualidad humana, para decir, en un momento de altísima profundidad “¿Podremos vivir sin que la vida tenga un sentido perdurable? Camus, comprendiendo la magnitud de lo perdido dice que el gran dilema del hombre es si es posible o no ser santos sin Dios. Pero, como ya antes lo había proclamado genialmente Kirilov, ‘si Dios no existe, todo está permitido’. Sartre deduce de la célebre frase la total responsabilidad del hombre, aunque, como dijo, la vida sea un absurdo. Esta cumbre del comportamiento humano se manifiesta en la solidaridad, pero cuando la vida se siente como un caos, cuando ya no hay un Padre a través del cual sentirnos hermanos, el sacrificio pierde el fuego del que se nutre”[10].
Después de leer su irrebatible alegato sobre la maldad del hombre, concluyo que Sábato creía que estaba dentro del hombre mismo el germen para el cambio, sin embargo, él veía también la necesidad de un Dios, de un Absoluto, que sirva como medida para todas las cosas y, particularmente, para el bien y el mal, pero visto desde la perspectiva del amor, y no del de la justicia.
NOTA: Un breve comentario de Mario Sábato a propósito de este artículo
Correo de Mario Sábato, hijo de Ernesto Sábato y director del film “Ernesto Sábato, mi padre”, del 15 de diciembre de 2013.
Estimado Pablo
Perdón por la demora en contestar.
Le agradezco mucho el envío de las cartas y su texto, que a mí me ha conmovido.
Es interesante el abordaje, y merece ser publicado.
No sé si en Argentina, ya que algunas de los temas que se abordan fueron ya dichos o publicados, pero sin dudas en otros países, donde son desconocidos.
De nuevo, muchas gracias
Mario Sábato
© Pablo R. Bedrossian, 2013. Todos los derechos reservados.
REFERENCIAS
[1] Sábato, Ernesto, “Antes del fin”, Seix Barral, 4ta Ed., 1998, p.113
[2] Suplemento “Iberoamérica Una Comunidad”, Diario Clarín, 17/07/1991, p.2. La referencia entre paréntesis proviene del párrafo anterior y se le agrega para entender su expresión “los males” según el contexto.
[3] Sábato, Ernesto, “Hombres y Engranajes”, Emecé Editores, 3ra.Ed., 1970,,p.61
[4] San Pablo, Epístola a los Colosenses 1:15
[5] Suplemento “Iberoamérica Una Comunidad”, Diario Clarín, 17/07/1991, p.2., último párrafo
[6] Bedrossian, Pablo, Visión Joven, Suplemento Cultural, Año 2, No 18, p.1
[7] Sábato, Ernesto, “Antes del fin”, Seix Barral, 4ta Ed.,1998, p.93
[8] Sábato, Ernesto, Op.cit., p.110
[9] Sábato, Ernesto, Op.cit.,p.113
[10] Sábato, Ernesto, “La resistencia”, Editorial Planeta, 1ra. Ed., 2000, p.28.
CRÉDITOS MULTIMEDIA
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Ernesto Sábato: guía y mentor, maestro y escritor, hombre con todas las letras. Su compromiso no tiene fisuras. Gracias al autor de este artículo!
¡Muchas gracias, Guillermina! Disculpas por la demora en responderte. Ernesto Sábato, fue, por sobre todo, una persona ética, un hombre de principios que, además fue una extraordinario escritor. Solo de un alma generosa y valiente pudo salir semejante literatura. ¡Cordiales saludos!
¿Sí es verdad que Sábato fue cristiano? ¿Dónde más puedo saber si esto es cierto?
Lo que comento en la nota es que él luchaba de algún modo entre el agnosticismo y la fe, y que se definió a sí mismo en algunas entrevistas hacia la última etapa de su vida como «humanista cristiano». Puede googlear y buscarlo. ¡Cordiales saludos!