Serie “PASAJES Y CALLES CURIOSAS DE BUENOS AIRES”

Muy cerca del Hospital Aeronáutico, y dentro del barrio de Nueva Pompeya (o simplemente Pompeya) se encuentra la Colonia Obrera. Ocupa íntegramente la manzana delimitada por las calles Traful, Cachi, Alfredo Gramajo Gutiérrez y Albert Einstein. Es un complejo de casas de habitación comunicadas entre sí y con el exterior a través de una curiosa red de pasajes peatonales. A pesar que su estado de conservación dista mucho de ser el ideal, es una perla oculta de Buenos Aires.

La Colonia Obrera es una suerte de minibarrio formado por una sola manzana. Paradójicamente, sus pasajes no tienen nombre pero las casas sí tienen numeración.
Las viviendas son bajas (pocas tienen dos plantas) y sólo hay algunas torrecitas con techos a cuatro aguas. Para entender el diseño, hay que comenzar por su plaza central de forma cuadrada, donde se destaca la vieja torre con su reloj y campanario.

En realidad, son cuatro relojes, uno en cada cara de la torre, de los cuales ninguno funciona.

Debajo de los relojes hay un amplio mirador. El diseño del herraje de su balcón parece una serie de corazones invertidos. El campanario está oculto por las sombras detrás del arco. Cuando uno contempla el deterioro general del sitio, la falta de mantenimiento y la miríada de cables que lo surcan, aunque percibe el misterioso encanto de la decadencia, espera que algún día recupere la gloria perdida. La Colonia Obrera, y en particular su torre, son dignas de una profunda restauración.
Detrás de la torre, mirando hacia la calle Alfredo Gramajo Gutiérrez encontramos un altar dedicado a la Virgen María, cuya imagen se ha instalado en una especie de gruta.
Al llegar a la plazoleta, el pasaje de ingreso, que comunica la calle Traful con la calle Alfredo Gramajo Gutiérrez, se divide en dos, uno norte y uno sur, rodeando la torre, para luego volver a unificarse. A pocos metros (y en ambas direcciones) se abren otros pasajes que, en realidad, conforman uno solo, de perímetro cuadrado, que es la vía de acceso al interior de la Colonia Obrera. Para su mejor comprensión, presentamos un croquis.
Recorrer este circuito es una interesante experiencia. Comenzamos por el pasaje que conduce a la sección este.
Las casas del lado este, de numeración impar, son las que más demuestran el paso del tiempo. Muchas han levantado muros que ocultan sus fachadas.
Las casas del lado oeste, de numeración par, se ven mejor cuidadas, están pintadas con colores pasteles, y la mayoría simplemente tiene verjas de hierro delante de sus frentes.
El piso de los pasajes es de baldosas; en algunos tramos se encuentra muy dañado. Se encuentra interrumpido por algunos árboles y postes metálicos de alumbrado público. Además, por encima hay un abundante cablerío.
La superficie del terreno es 10,348 m2 y la superficie construida de 4,000 m2. En 1997 fue incluido dentro de las APH (Área de Protección Histórica de la Ciudad de Buenos Aires).
SU HISTORIA
Rolando Schere en su libro “Pasajes” cuenta el origen: proviene de la subdivisión de un lote de tres hectáreas; una de las parcelas resultantes fue cedida a la Sociedad San Vicente de Paul, una entidad de beneficencia de laicos católicos, por una ordenanza del 28 de septiembre de 1909, a fin de construir viviendas para trabajadores[1]. El arquitecto Schere, agrega este microbarrio fue levantado entre 1912 y 1926.
En una nota el Diario Clarín, Eduardo Parise, Clarín explica que su verdadero nombre es Colonia Obrera de Nueva Pompeya / Pequeño Barrio San Vicente de Paul. Agrega además que “fue inaugurado el 17 de octubre de 1912 con la presencia del presidente Roque Sáenz Peña y el intendente Joaquín de Anchorena. El complejo, diseñado por el arquitecto Vicente Frigerio Alvarez, tiene 46 casas de un ambiente, 96 de dos y solo tres de tres”[2]. María Pagano, en su artículo en La Nación dice que las viviendas son 92[3].
Parise añade un interesante detalle: “Además, estaba determinado que todas las viviendas tendrían sus frentes de un mismo color: ‘verde imperio’ o ‘verde inglés’, según la marca de pintura que se usara. Y si se colocaba algún toldo, debía ser siempre anaranjado”[4]. Hoy no queda el menor resabio de esa norma.
Como las damas vicentinas son las propietarias, todos los habitantes son inquilinos que les pagan una módica cuota o alquiler mensual.
CURIOSIDADES
María Pagano menciona en su artículo en La Nación que allí se han filmado publicidades y películas y menciona que legendaria diva argentina Isabel Sarli grabó una escena que en la gruta de Virgen. Esto resulta paradójico porque durante muchos años la Administración de la Colonia Obrera impuso un estricto reglamento de conducta que se colgaba en la entrada de las viviendas. Incluso las damas vicentinas tenían autoridad para entrar en las casas para verificar su cumplimiento. No es difícil imaginar que en esa singular comunidad de inmigrantes españoles e italianos existían las excepciones.
Una señora me contó lo sucedido en una de las casas del lado este. Había una joven y bella vecina que repentinamente quedó viuda. No tenía hijos y vivía sola. Un día llegó un caballero muy bien vestido, portando un paquete. Golpeó a la puerta y doña Julieta -así se llamaba la mujer- lo hizo entrar. Una media hora después el hombre se retiró con una amplia sonrisa, algo que no pasó inadvertido para señoras de la Colonia. Una semana después llegó otro hombre con gran bolso a la puerta de la viuda, quien lo recibió del mismo modo. Un rato después el hombre se marchó tranquilamente. Las visitas comenzaron a ser la comidilla de los inquilinos, siempre atentos a las “novedades” sociales de la cuadra.
Unos días después ingresó a la casa de doña Julieta un varón de buen aspecto con una caja envuelta en papel madera y pocos días después otro con un enorme maletín. Un grupo de vecinas, aduciendo que no querían ser consideradas cómplices por su silencio, envió una nota a la Junta de la organización católica propietaria. Allí insinuaban que la viuda podría estar ejerciendo la profesión más antigua del mundo, una suprema vergüenza para la comunidad. La Administración decidió montar una discreta guardia sobre la casa. A la llegada de un joven con una gruesa bolsa, una directiva vicentina se apersonó al domicilio de doña Julieta. Llamó a la puerta y ella le abrió de inmediato. La visitante indicó que iba a revisar el lugar. Encontró al joven sentado en la mesa con un conejo entre sus manos. Miró alrededor y encontró jaulas con diversos animalitos que iban desde un gato a un par de ardillas.
La viuda explicó que ante su soledad decidió buscar mascotas que le hicieran compañía. Como el reglamento era estricto en cuanto a la prohibición de tener animales, le pedía a sus proveedores que ocultaran la fauna del resto del vecindario, porque prefería correr el riesgo a ser descubierta que sentirse sola. La inspectora se sintió conmovida pues ella también era viuda y sin hijos, así que hizo un acuerdo con doña Julieta. No la iba a denunciar ni sancionar si retiraba todos las mascotas, pudiendo conservar solamente los canarios, los únicos admitidos en el reglamento. La joven mujer aceptó; con dolor puso todas las mascotas en una valija , y el joven, involuntario testigo de la escena, en ese mismo momento se las llevó. Doña Julieta, impulsada por la soledad, buscó pareja y la encontró en un polaco que vivía cerca. Se casaron y tuvieron hijos. La señora que me relató la historia resultó ser la nieta de ese matrimonio que se formó gracias o a pesar del reglamento.
© Pablo R. Bedrossian, 2017. Todos los derechos reservados.
REFERENCIAS
[1] Schere, Rolando H., “Pasajes”, Ediciones Colihue, Colección del Arco Iris, Buenos Aires, Argentina, 1998, p.134
[2] Parise, Eduardo, “Marca obrera en Nueva Pompeya”, Diario Clarín, Buenos Aires, Argentina, 30/05/2011, http://www.clarin.com/ciudades/Marca-obrera-Nueva-Pompeya_0_BkGbFnW6PXx.html
[3] Pagano, María, “Un barrio de sólo una manzana en el corazón de Nueva Pompeya”, Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina, 19/02/2015, http://www.lanacion.com.ar/1769525-un-barrio-de-solo-una-manzana-en-el-corazon-de-nueva-pompeya
[4] Parise, Eduardo, artículo citado
CRÉDITOS MULTIMEDIA
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Hola!!! Te cuento que yo nací en frente de la Colonia. En el dispensario de las damas vicentinas. Mi madre era la casera
(Doña Isidora)… como era casi ma única casa que tenía teléfono casi todos los vecinos venían a hablar al consultorio….hoy creo que lo ocupa el club El Miriñaque… viví ahí hasta los 18 años.. hoy tengo 65
En el potrero que estaba al lado del dispensario sobre la calle Cachi, se jugaban campeonatos de fútbol
La Colonia tenía su equipo…. todo el día rondaban el barrio cantando ..la colo!!! La colo!!! Jaja.
Hace poco fui y vi con pena que esta todo muy deteriorado
¡Qué buenos recuerdos! Gracias por compartirlos, María Teresa.
Hola, mi abuela, mi papá y ni tia Ana viviab alli, inmigrantes españoles. El español se enamoro de la italiana y se fue, pero los fines de semana ibamos de visita. Me encantaba ese lugar, era magico, me encantaba y me asustaba pensaba que me podia perder en su laberinto. Amaba la casa de rosas blancas. Las voces con acento español, las maravillosas historias que se contaban, muchos otros de los que alli habitaban pasaron a ser familia. Historias de amor, de locura, mi amor por la arquitectura y el arte nacieron ahi.
Hola, mi papa, abuelo y bisabuelo vivieron en la colonia !! hay algun registro donde pueda consultar?? mi bisabuelo y abuelo habran llegado por 1920, y me gustaria tener mas datos ya que estoy realizando mi arbol genealogico, mi abuelo se mudo de la colonia por los años 80 u 85,
¡Hola, Claudia! No conozco si hay algún registro de quiénes vivieron allí. Ojalá puedas encontrar esos datos. Cordiales saludos.