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Serie GRANDES EDIFICIOS DE BUENOS AIRES
El Safico, ya cercano a los 90 años, es uno de los edificios más famosos de Buenos Aires. Notable por su remate escalonado, que recuerda muy vagamente a la pirámide egipcia de Saqqara, se encuentra ubicado en la Av. Corrientes 456, entre las calle San Martín y Reconquista.
LA HISTORIA
Su nombre proviene de la empresa que lo encargó, la Sociedad Anónima, Financiera y Comercial (SAFICO), a través de su presidente, Pedro Weil. El terreno donde se levantaría era irregular: tenía una superficie 1011.42 m2 con un frente de 27.75 metros[1]. Para la construcción se realizó un concurso; los proyectos debían ser adaptables a las demandas del mercado (viviendas, oficinas, hotelería), aprovechar al máximo el terreno y optimizar de la altura y la volumetría de acuerdo con las normativas vigentes[2]. El ganador fue el ingeniero suizo, naturalizado argentino, Walter Möll, quien también se ocupó de la dirección de obra. De color blanco y con 92 metros de altura se levantó en solo 9 meses[3], una hazaña para la época, inaugurándose en septiembre de 1933[4].
EL DISEÑO
El edificio se eleva en forma recta hasta los 40 metros; a partir de allí se reduce como si estuviera formado por bloques rectangulares de superficie decrecientes. Alguno puede preguntarse si su curioso diseño obedece a una razón estética. En principio, no; fue más bien, una respuesta creativa y de buen gusto a políticas municipales.
En primer lugar, una ordenanza municipal exigía que los edificios sobre la calle Corrientes fueran levantados metros atrás de la línea de edificación debido al ensanche programado que la convirtió en avenida en 1936.
En segundo lugar, el Reglamento General de Construcciones de 1928 permitía una altura máxima de 40 metros desde la línea de la calle. El resto del edificio se alzó en volúmenes escalonados retirado de esa línea. Podríamos decir que el edificio tiene dos secciones: el cuerpo inferior, con tres sótanos y 10 pisos y una torre de 15 pisos. En total suman 90 metros, pero si agregamos el piso 26 (una terraza para la sala de máquinas y el tanque de agua) alcanza los 92.3 metros[5].
LOS MATERIALES Y EL CONFORT.
La construcción estuvo a cargo de la prestigiosa empresa GEOPÉ (Compañía General de Obras Públicas S.A.), quien creó una estructura de hormigón armado, con cemento de fraguado rápido y encofrados. El innovador sistema de andamios le permitió levantar hasta cinco pisos por mes[6]. Las terminaciones se realizaron con materiales de última generación para la época. Cuenta Leonel Contreras que, además, “los inquilinos podían disfrutar de un servicio perfecto de agua filtrada; agua caliente y calefacción centrales; refrigeradores individuales Westinghouse en cada departamento; cocinas eléctricas Protos y ascensores de maniobra automática colectiva ‘Duplex’”[7].
EL RACIONALISMO ARQUITECTÓNICO
Argentina siempre miró a Europa. Así llegaron sucesivamente el academicismo francés, el art nouveau y el art deco. El paso siguiente fue el racionalismo (conocido en los países anglosajones como estilo internacional) inspirado en conceptos de la Bauhaus, la famosa escuela alemana de arquitectura, diseño y arte, y expandido a consecuencia de la famosa crisis del ’29. Es un estilo austero, que prioriza lo volúmenes rectilíneos, simétricos y sólidos, exento en general de elementos decorativos. Además, hace uso de las nuevas tecnologías y busca integrar el medio ambiente aprovechando los recursos naturales para la iluminación y la ventilación[8]. En la Argentina son pioneros el Edificio Safico y el Edificio Comega.
CURIOSIDADES DEL EDIFICIO SAFICO
Al finalizar la construcción era el edificio más alto de la Argentina. Fue el primero con viviendas a más de 20 pisos de altura y también el primero en tener un tríplex, (los pisos 23, 24 y 25 conformaban un solo departamento) que uno de los directivos de SAFICO usó como casa de habitación[9]. Los pisos 20°, 21° y 22° constan de un solo departamento cada uno[10].
Un residente de lujo que ocupó el tríplex fue Pablo Neruda, mientras cumplió funciones como cónsul en Argentina[11].
Su vista mejoró sustancialmente cuando a principios de los ’80 se construyó el edificio del Banco de Tokio (hoy dedicado a otra actividad) en la esquina de Corrientes y Reconquista con una plaza jardín por delante.
UNA HISTORIA MEMORABLE
Me cuentan que durante los años ’60 funcionó en el Safico una oficina donde se vendían cortes de telas importadas. El dueño recibía solamente clientes por cita. En cierta ocasión, una persona de acento extranjero solicitó ser atendido. Resultó ser un hombre de aspecto oriental que llegó con un maletín. Pidió cuatro metros de una seda dorada de muy buena calidad. Cuando el comerciante le dijo el precio, el comprador se puso muy molesto. Conociendo el vendedor que era una forma de regatear, le explicó que no había manera pues se e trataba de un material importado. Con sumo disgusto el oriental entregó el dinero y se llevó el paquete envuelto en el tradicional papel madera.
Minutos después, un ayudante le avisó al comerciante que había un maletín en el suelo del otro lado del mostrador. Lo abrieron y había adentro 15,000 dólares, una fortuna para la época.
– Debe ser del “chino”. Ya regresa en cualquier momento. Ponelo aquí debajo para que no lo vea, así lo hacemos transpirar un rato.
Dicho y hecho. Minutos después entró el hombre pálido y sudoroso
– ¿Portafolio acá? ¿Portafolio acá?
– Pase, hombre, tranquilícese… ¿quiere un vaso de agua?
– ¿Portafolio acá? ¿Portafolio acá?
El comerciante tomó el maletín y se lo entregó.
– Quédese tranquilo; no falta ni un peso.
El oriental abrió el portafolio para asegurarse que no faltaba nada. Al ver que estaba el dinero intacto fue recuperando el color.
– ¡Muchas gracias!
Luego una reverencia al propietario y con algo de miedo le dijo:
– ¿Le debo algo?
– No, señor. Vaya tranquilo.
Cuando el cliente se retiraba, el propietario recordó lo ocurrido la principio y agregó.
– En realidad hay algo que quiero pedirle; viendo que dinero no le falta, por favor, la próxima no regatee.
© Pablo R. Bedrossian, 2021. Todos los derechos reservados.
REFERENCIAS
[1] Contreras, Leonel, “Rascacielos porteños – Historia de la Edificación en altura en Buenos Aires (1580-2005)”, Temas de Patrimonio Cultural N 15, Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 1ª Edición, 2005, p.106
[2] Böhm. Mimi, Grementieri, Fabio y Verstraeten, Xavier, “Buenos Aires – Art Deco y Racionalismo”, Ediciones Xavier Verstraeten, 2008, p.139,141
[3] Espina Rawson, Enrique, “Fervor por Buenos Aires”, Izrastzoff, 2019, p.23; Fabio Grementieri en, “Buenos Aires – Art Deco y Racionalismo” indica “poco más de diez meses”, lo que no cambia la extraordinaria rapidez de la construcción.
[4] Böhm. Mimi, Grementieri, Fabio y Verstraeten, Xavier, obra citada, p.139
[5] Contreras, Leonel, obra citada, p.106
[6] Böhm. Mimi, Grementieri, Fabio y Verstraeten, Xavier, obra citada, p.141
[7] Contreras, Leonel, obra citada, p.107; su fuente es el artículo “Edificio SAFICO” publicado en la revista “Nuestra Arquitectura”, Buenos Aires, marzo de 1934, p. 259,260
[8] Böhm. Mimi, Grementieri, Fabio y Verstraeten, Xavier, obra citada, p.139
[9] Liemur, Francisco “Rascacielos de Buenos Aires”, revista “Nuestra Arquitectura”, Año 50, Nº 511/12, 1980, p.81
[10] Contreras, Leonel, obra citada, p.106
[11] Gómez, Silvia, “Ícono porteño: la primera torre racionalista cumple 85 años”, Diario Clarín, Argentina, 31/08/2018, actualizado 01/09/2018, https://www.clarin.com/ciudades/icono-porteno-primera-torre-racionalista-cumple-85-anos_0_rkXpXHwDQ.html
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