CLAUDE LORRAIN, EL ARTISTA QUE PINTÓ AL REVÉS (por Pablo R. Bedrossian)

Para los expertos en arte el nombre de Claude Lorrain resulta familiar; en cambio, puede ser desconocido para el resto, pues no goza del prestigio de los grandes maestros del Renacimiento o de los impresionistas cuyas obras se han hecho populares. Sin embargo, fue un innovador y, para muchos, el primer pintor paisajista.

Con maestros de la talla de Leonardo, Miguel Ángel y Rafael en el cinquecento (el siglo que comenzó en 1501) se creyó que la pintura había alcanzado su máxima expresión. El peso de su rico legado produjo una crisis pues la generación siguiente no tenía claro hacia dónde dirigirse. Las formas clásicas del Renacimiento comenzaron a exagerarse (el manierismo) y solo el talento de artistas como Tintoretto (1518-1594) o El Greco (1541-1614) evitaron que las comparaciones se vuelvan odiosas y destructivas. La posterior aparición de Caravaggio (1573-1600) con su naturalismo fue una bocanada de aire fresco al pasar de una tradición pictórica cuyas figuras remedaban esculturas a representaciones que parecían de carne y hueso. En ese entorno, donde el barroco también se abría paso, aparece Lorrain.

Claude Lorrain (1600-1682) nació en Francia un siglo después de aquella época dorada. Desde muy joven se trasladó a Italia donde desarrolló su carrera artística. Aunque su estilo nunca nos atrajo, reconocemos en él un extraordinario innovador: fue el primero en colocar el paisaje como el gran protagonista de un cuadro en lugar de emplearlo como el fondo de una escena. Se trata de vistas campestres, a veces con alguna construcción clásica o un lejano grupo de personas, pero donde la naturaleza ocupa el primer lugar.

PINTANDO AL REVÉS

Cuando hablamos de pintar al revés no hacemos alusión a un aspecto técnico, como en el caso de Leonardo Da Vinci que siendo zurdo escribía de derecha a izquierda y colocaba las letras en posición inversa, obligando a la lectura con un espejo[1]. Hablamos de algo totalmente diferente.

Imaginamos que un pintor recrea el paisaje que se extiende delante de él. Cuando observamos “Vista de Toledo” de El Greco entendemos que, más allá de algunas libertades, el artista representó con su peculiar estilo la ciudad en donde vivía. Lo mismo pasa cuando observamos “Amapolas” de Claude Monet: suponemos que ha sido fruto del artista contemplando la naturaleza.

Por el contrario, Lorrain no pintó lo que veía, sino lo que imaginaba. A pesar que utilizó elementos realistas, producto de su estudio de la campiña romana y las colinas aledañas, idealizó la naturaleza creando paisajes de ensueño bañados de sol. Volcó en sus telas imágenes de lugares que no existían.

Décadas después de su muerte los viajeros juzgaban un paisaje de acuerdo al ideal de belleza propuesto en los cuadros del Lorrain. E. H. Gombrich escribe “acaudalados ingleses fueron aún más allá y decidieron modelar el trozo de naturaleza que les pertenecía, en sus parques o haciendas, según los sueños de belleza de Claude Lorrain”[2]. Esos idílicos entornos naturales con castillos en ruinas impulsaron a los admiradores de Lorrain en la Gran Bretaña a transformar sus jardines para imitar aquellas creaciones[3]. Como en un cuento borgeano, todo sucedía a la inversa: en lugar que un paisaje inspirara una pintura, una pintura inspiraba un paisaje.

Incluso la palabra pintoresco se popularizó cuando comenzó a aplicarse específicamente a paisajes o jardines que recordaran a las pinturas de Lorrain. Luego, y como consecuencia de su uso primitivo, ese adjetivo –pittoresco en italiano, picturesque en inglés, pittoresque en francés- se extendió para describir objetos y lugares que nos parecen propios de una obra de arte.

DOS DETALLES MÁS DE CLAUDE LORRAIN

Debido a la fama que Claude Lorrain obtuvo en su tiempo, afloró una multitud de imitadores que vendía sus copias como si fueran originales. Para preservar su obra, el pintor creó el Liber Veritatis, un cuaderno de 195 dibujos con todas sus obras descritas en detalle, incluyendo datos de la venta, como el nombre del cliente y el precio del cuadro.

El espejo de Claude, un pequeño instrumento oscuro utilizado por los paisajistas ingleses de finales del siglo XVIII y principios del XIX, recibió su nombre en homenaje a Claude Lorrain. Gracias a su convexidad permitía ver secciones del paisaje a menor escala en tonalidades sepias, sirviendo como referencia para la creación de bocetos. Para utilizarlo, el artista debía dar la espalda al paisaje y observar el reflejo en el cristal.

© Pablo R. Bedrossian, 2020. Todos los derechos reservados.


REFERENCIAS

[1] Isaacson, Walter, “Leonardo Da Vinci La Biografía”, Debate, Penguin Random House Grupo Editorial, 2018, p.44

[2] Gombrich, E.H., “La Historia del Arte”, Phaidon, 16ª Edición (revisada, ampliada y rediseñada), 1995, p.397

[3]  Gombrich, E.H., Op. cit., p.419


CRÉDITOS MULTIMEDIA

Todas las imágenes utilizadas son de dominio público.

3 Comments

  1. Como siempre, apreciado Pablo, tus escritos manifiestan el amor al arte y a nuestro Creador. Muchas gracias por develar los detalles de las obras de Claude Lorrain. Me impactó y abrió mis ojos y entendimiento el título «El artista que pintó al revés». El Señor te bendiga siempre!
    Julio Ducuron

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