Pocos arquitectos dividen las aguas como Frank Gehry: o se lo admira con pasión o produce una terrible urticaria. Sus diseños han roto todos los moldes y han extendido los límites de lo posible, de la estética y de la creatividad. Estemos de un lado o del otro, no cabe duda que Gehry es uno de los arquitectos más originales nacidos en el siglo XX.

Nacido en Toronto, Canadá, en 1929, como Ephraim Owen Goldberg, a los 18 años emigró a Estados Unidos donde estudió arquitectura en la University of Southern California; posteriormente continuó su formación en desarrollo urbano en la Harvard Graduate School of Design. El 1962 fundó en Los Angeles su primer estudio, Gehry Partners LLP, con un equipo de 175 colaboradores. Sin embargo, a pesar de contar con un equipo tan numeroso, practicaba por su cuenta algo que era para él mucho más que un hobby: crear modelos en cartón y papel metalizado, doblados, arrugados, dados vuelta, que abandonaba y retomaba hasta darle la forma perfecta.

Gehry comenzó a volcar en sus obras las ideas resultantes de estos ensayos a principios de la década de 1970. Que estas pequeñas esculturas de papel se pudieran convertir en edificios, museos o salas de conciertos fue posible gracias a un sofisticado programa informático 3D que se fue desarrollado originalmente por la industria aeronáutica[1].

Sus creaciones definen su estilo: cuando uno las contempla, ve unidades desarmadas y fragmentadas, propias de lo que se conoce como deconstructivismo. Esa curiosa geometría, consagrada en 1988 en una exposición en el MoMA de New York donde Gehry participó junto a otros seis arquitectos, produjo una revolución conceptual que unificaba arquitectura y arte.

Para sus obras ha utilizado materiales supuestamente «pobres», como la madera enchapada y el hierro corrugado; también, desde luego, hormigón y titanio.

Gehry ha rechazado cualquier intento de clasificación, pero, como alguien ha dicho, con o sin etiqueta pasará a la historia de la arquitectura. En 1989 obtuvo el Pritzker Prize, algo así como el Premio Nobel de la Arquitectura, y en 2014 el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Compartimos aquí algunas de sus obras, quizás no son las más conocidas, pero hablan por sí mismas del “Gehry style”.
LA DANCING HOUSE DE PRAGA
La Dancing House (en español Casa Danzante) fue diseñada por Frank O. Gehry junto al arquitecto croata Vlado Milunić y la arquitecta británica de origen checo Eva Jiřičná. Es una de las primeras obras maestras del deconstructivismo. Fue inaugurada en 1996. Es una estructura de hormigón con vidrios de nueve pisos más dos subterráneos.

La idea original Milunić fue crear un edificio que fuera reflejo de la Revolución de Terciopelo que terminó con la hegemonía soviética sobres los checos. Imaginó un objeto compuesto de dos partes, una estática y otra dinámica, como metáfora de su sociedad donde una parte se separó de la corriente dominante totalitaria y rígida y se lanzó a un mundo de cambios. Gehry le dio la forma. La cooperación entre estos grandes arquitectos de procedencias tan diferentes dotó a Praga de símbolo: un baile para recordar y celebrar el fin del totalitarismo.

EL JAY PRITZKER PAVILION DE CHICAGO
El Jay Pritzker Pavilion (es español Pabellón Jay Pritzker) es un auditorio musical al aire libre para 11,000 personas (4,000 sentados más 7,000 en el césped), ubicado en el Millennium Park de Chicago, Illinois, en los Estados Unidos. Pocos saben que por restricciones legales la ciudad calificó la construcción como obra de arte (¡y lo es!) y no como edificio. Fue terminado en 2004.

Típica obra deconstructivista, cuenta con paneles de acero inoxidable que parecen alejarse del centro y largas prolongaciones que parecen los rayos de una bicicleta. Su color gris metalizado es el preferido de Gehry.

FONDATION LOUIS VUITTON
Ubicado dentro del Bois de Boulogne, una hermosa zona verde de París, equivalente al Central Park de New York, al Tiergarten de Berlín o a los bosques de Palermo de Buenos Aires, este maravilloso complejo es a la vez museo y centro cultural. Por fuera tiene el aspecto de un barco, cuyas doce velas son paneles de vidrio sostenidos por vigas de acero y madera. Por dentro hay un conjunto de bloques blancos (conocidos como «icebergs«) revestidos con paneles de hormigón reforzado con fibras. Da una extraordinaria imagen de transparencia, luminosidad y movimiento.

Se inauguró en 2014, luego de grandes debates por su ubicación; oficialmente costó 143 Millones de dólares, aunque se cree que el presupuesto invertido fue mucho mayor.
LA TORRE BEEKMAN EN 8 SPRUCE STREET, NEW YORK
En su emplazamiento en la parte sur de Manhattan, muy cerca del City Hall, este edificio de 76 pisos parece retorcerse sobre sí mismo, depende desde donde se lo observe. Con 264 metros de altura y una estructura de hormigón armado, es una de las torres más originales de New York.

Algunas de sus mejores vistas se obtienen desde el Brooklyn Bridge. No es un rascacielos de oficinas sino de apartamentos de lujo. Cuenta en sus pisos más bajos con una escuela y un hospital. En la base posee 5 plantas revestidas con ladrillos. Fue inaugurado en 2011.

IAC BUILDING, NEW YORK
La primera obra de Gehry en New York es el IAC Building. Aunque nuestra foto no permite observar el edificio en su totalidad, las paredes de vidrio y la cerámica de suaves tonalidades celestes que le dan el aspecto de un gigantesco iceberg. Poseedor de una gran luminosidad, fue inaugurado en 2007.

Sigue siendo una joya, no importa desde donde se lo mire.
© Pablo R. Bedrossian, 2020. Todos los derechos reservados.
REFERENCIAS
[1] Khul, Isabel; Lowis, Kristina; Thiel-Siling Sabine, “50 Architects you should know”, Prestel Verlag, 2017, p.104
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