“La noticia informa, el comentario forma, la mentira deforma y el silencio derrumba” Ricardo Alejandro Bustos, comunicador
Instituido hace 16 años por la UNESCO, el 3 de mayo se celebra en el mundo el Día de la Libertad de Expresión. Aunque esa libertad nos pertenece a todos, los periodistas se han apropiado de la fecha y en todas las redacciones de mundo se ha guardado un minuto de silencio para recordar a los compañeros fallecidos por causa de sus denuncias u opiniones. Alguien escribió que es “un tiempo para recordar a los gobiernos de los países que respeten sus compromisos con la libertad de palabra, de información y de expresión, aboliendo cualquiera de las medidas que restringen estas libertades”.
Kant decía que una sociedad moderna es aquella en la que un individuo puede expresar sus opiniones sin tener temor a ser agredido. Bajo esa perspectiva, vivimos como trogloditas. En los últimos 12 meses en América ha habido 26 periodistas asesinados y siete desaparecidos. En Honduras, país en donde vivo, en las últimas semanas han sido asesinados seis periodistas y creo que uno solo de estos crímenes ha sido esclarecido.
EL PODER DE LAS PALABRAS
Un periodista puede morir a causa de sus afirmaciones. La pregunta es por qué sus palabras pueden pesar tanto, mucho más que un puñal o un arma de fuego. Quiero brevemente exponer tres razones.
La primera es porque generan información. Parece banal, pero la información, aun cuando sea errónea o falsa, perturba nuestra ignorancia y nos obliga a replantear lo que creemos. Una denuncia de corrupción, la hipótesis sobre el presunto autor de un asesinato o la noticia sobre la desaparición de una persona hace que los secretos dejen de serlo y se conviertan en asuntos públicos. La aparición de los medios masivos, con su efecto multiplicador, ha permitido que las noticias lleguen a todos y no queden ocultas.
La segunda es por que generan opinión. La opinión personal se forma a través de la experiencia personal y la información recibida. Por supuesto, ese material es procesado por nuestro pensamiento, que tiene su propia forma de percibir e interpretar la realidad. La noticia trae debate y discusión. Los seres humanos no somos corderitos, de modo que, lejos de actuar como un rebaño, opinamos a partir de lo que conocemos y razonamos, no sólo a partir de lo que los demás nos dicen.
Pero la tercera razón es la más importante: Las palabras son peligrosas cuando generan credibilidad. La gente decide qué medio es creíble. Cuando hay libertad de expresión y opinión, la gente elige qué leer, ver o escuchar; entonces la audiencia o la lectoría hace que el medio se vuelva poderoso. Para ser creíble un medio debe ser valiente y presentar la verdad de modo que pueda ser confirmada por sus receptores. Si no, estos mueven el dial, hacen uso del control remoto o eligen otra lectura. La conducta es la raíz de la credibilidad. La gente descree de aquel que cuando le conviene es incendiario, y cuando le conviene, bombero.
EL ARGUMENTO DE LOS TOTALITARIOS
Una crítica actual a los medios, que ha sido la misma que utilizaron las peores dictaduras, cuestiona a los medios por obedecer a los intereses de sus propietarios y editores.
No cabe duda que el periodismo es un negocio: Hay una oferta (la de diarios, noticieros, programas de investigación, etc.) porque hay una demanda insatisfecha. Sería un acto de suprema ingenuidad creer que es el idealismo el que mueve esta industria. Sin embargo, cuando hay democracia, dos hechos impiden la creación de una “realidad paralela”. La primera es la variedad de medios disponible para informarse. La llegada de Internet, la televisión por cable, los mensajitos por celulares y el aumento de las frecuencias radiales disponibles, hacen que una persona pueda consultar diversas fuentes. Hoy más que nunca es posible escuchar o leer todo tipo de opiniones. Por eso, desde luego, es un crimen permitir los oligopolios en materia de comunicación social.
Mucho peor aún es admitir o tolerar el monopolio. Curiosamente quienes atacan a dueños y directores de medios suelen ser gobernantes denunciados por aquellos, y su propósito es suprimirlos, para convertir al Estado (léase “su gobierno y sus intereses”) en el único informador y dueño de la verdad. El que no piensa como ellos “distorsiona la realidad”, “es un golpista” o es una “amenaza para el Estado”. Quién escribe esta nota ha visitado países donde el monopolio estatal de la opinión y la verdad es tan absoluto que cualquier disidencia con él conduce irremediablemente a la cárcel.
MÁS ESPACIOS DE OPINIÓN
Creo en la necesidad de legislar para permitir la existencia de más medios, no para eliminarlos ni acallarlos o controlarlos. Que la gente decida a quién, cuándo, cómo y dónde escuchar. No el gobierno, sino el ciudadano.
Los gobiernos que poseen los más grandes ejércitos temen a personas desarmadas, cuando saben que su palabra es respetada y tiene valor autoritativo para los que los leen u oyen. Ese respeto y esa autoridad no se la arrogaron quienes las pronunciaron o escribieron sino que el público se los confirió. Pero no pueden ser pocas las voces públicas o privadas que se oigan; deben ser “todas las voces todas”, como dice la canción. Tenemos que alentar la creación de espacios de información, opinión y discusión. No hay nada peor que el silencio, o, lo que es lo mismo, que sólo se oiga la voz oficialista, cualquiera sea su signo. Por ello, digamos “no” al silencio; hagamos que nuestra propia voz se escuche.
© Pablo R. Bedrossian, 2012. Todos los derechos reservados.
Super!!! Me encanto!! Bien expilcado y expresado!! Apunta a hacernos pensar de verdad!! Felicidades, Dr. Bedrossian!!