La música de Esteban Morgado es como él, nostálgica y sentimental. Tiene aroma a barrio, a tarde con mate y bizcochos, a encuentro de vecinos. Pero a la vez, sinfónica y compleja, trasciende los límites porteños para volverse sublimemente universal.
A través de sus discos, y especialmente de su Cuarteto, Esteban Morgado ha generado un nuevo tango que supera la tradición que lo ha nutrido. Es capaz de tomar un tema de Sting o de Ennio Morricone e interpretarlos en lenguaje tanguero. Su forma de componer, arreglar y tocar trasmite una atmósfera melancólica, que nos transporta en el tiempo y la distancia; Borges diría que nos lleva a “una región en que el ayer, pudiera ser el hoy, el aún, y el todavía”. Su música, aún cuando se sirva de obras de la world music, suena arrabalera… debe ser porque, inmune a la música comercial, Esteban nunca dejó que lo encandilaran “las luces malas del Centro”.
Pero a la vez es arte que se extiende y se percibe en todas las latitudes, pues la belleza de su música tiene los colores de la vida, y sobre todo del amor, del amor perdido y del recuperado.
Ser y estar
Conocí a Esteban en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Yo estaba en la segunda división, él en la cuarta, y sólo compartíamos las clases de gimnasia y alguna charla ocasional en los recreos. Pero en quinto año por partidas y despedidas nos pusieron en la misma división. Entré un mes más tarde porque había padecido hepatitis, y él fue uno de los que me prestó sus apuntes para ponerme al día. Al terminar del Colegio, lo encontré en Santa Teresita donde veraneábamos. Frecuentábamos los mismos grupos en la playa y allí por primera vez lo vi tocar la guitarra… Lo recuerdo tocando “Adios Nonino” de un modo que extraordinario que a todos nos conmovía.
En 1996 llegó la reunión de egresados, la primera en 20 años. Debido a la triste historia argentina de dictaduras, desapariciones, exilios forzados y luchas fratricidas, la inmensa mayoría no se había visto durante dos décadas; todos nos descubríamos o tratábamos de adivinar quién era el otro… Allí nos reencontramos, y creo no exagerar al decir que su música fue un común denominador que nos unió a todos. A partir de ese momento traté de no perderme ninguno de sus recitales porque percibí en su música mucho de lo que creía perdido: la fe en el prójimo, la solidaridad, la honradez, el espíritu valiente del que sigue creyendo a pesar de los golpes recibidos.
Cierta noche de 1996 ó 97 fuimos a escucharlo con mi esposa a un auditorio en la Avenida Santa Fe. Ella me hizo un comentario: La música de Esteban Morgado le hacía recordar a Ennio Morricone. Como no hay nada peor para un músico que decirle que suena parecido a otro, a la salida sólo le mencioné que Graciela creía que su música era “orquestal”. Entonces ella misma agregó: “Tu música me recuerda a Cinema Paradiso”. Pero Esteban con esa humildad que lo caracteriza le dijo… “¿Cómo te diste cuenta? A mí Morricone me gusta muchísimo”. Pocos años después grabó temas de aquel gran compositor y director que hizo la banda sonora de esa maravillosa película.
Contrapunto
En 1999 creó su famoso Cuarteto. Su música parece una conversación que alcanza sus cumbres en el contrapunto, que es la relación entre dos o más notas con el propósito de establecer un equilibrio armónico. Dentro de este juego polifónico llama la atención el uso que en ocasiones hace del canon. El canon es una forma musical polifónica basada en la imitación estricta entre dos o más voces separadas por un intervalo temporal. La primera voz interpreta una melodía y es seguida, a distancia de ciertos compases, por sucesivas voces que la repiten. En su caso logra un efecto de profunda belleza a través de la combinación secuencial de los instrumentos que eligió para su cuarteto: bandoneón, violín y contrabajo junto a su guitarra, que ensambla como si fuera un cuarteto de cuerdas.
Otra de las notas diferenciales del cuarteto es el uso de unísonos por dos instrumentos (sobre todo violín y bandoneón), el uso de armonías con acordes mayores con novenas, y las modulaciones, esos cambios de tonos que sorprenden gratamente al oído sin romper con la línea melódica que los precedía. Además, Esteban tiene una forma particular de tocar la guitarra, que es marca registrada y que lo hace único.
Una noche le mostré un CD de folclore que acababa de comprar por recomendación en una disquería. “Uno de los que toca es mi violinista; esperá que te lo presento”. Así fue que conocí a Quique Condomí, que ha acompañado a Esteban durante muchos años. Ambos junto a Walter Castro (ganador de un Grammy por el CD “Bajo cero”) en el bandoneón y el Mono Hurtado en el contrabajo han urdido una música cuyo sonido puede ser reconocido en cualquier lugar del planeta.
Corazón abierto
Esteban es puro corazón y corazón puro. Una noche lo fui a escuchar a un club de barrio frente al Parque Lezama. A pesar que era un lugar para el “bailongo”, hizo algunos temas instrumentales antes de dar espacio a los danzarines. Para mi sorpresa, desde el escenario anunció “Voy a dedicarle este tema a Pablo, un amigo cuya primera hija acaba de nacer…”, un gesto que voy a recordar toda la vida. En otra ocasión, uno de sus músicos le dijo que no lo podía acompañar, pero a última hora lo llamó para decirle que estaba disponible. Lo vi discutir con la productora para que su amigo pudiera tocar con él, a pesar de la negación inicial y que tendría que cederle parte del dinero que iba a recibir. En mi última visita a Buenos Aires me contó que cuando se enteró que el cirujano que lo operó del corazón (fue sometido a una cirugía coronaria de emergencia) tocaba la guitarra, lo invitó a hacer con él un tema en un recital, gestos que pintan un alma noble como pocas.
Policromía
Uno de los detalles más ricos de Esteban es la elección de su repertorio y sus invitados. En cuanto al repertorio predomina el tango y dentro de él su innegable admiración por el genial Astor Piazzolla. Ha grabado de él Libertango, Invierno porteño, , Revirado, Milonga del ángel, Verano porteño, Contrabajeando, Adiós Nonino, Primavera porteña, Chiquilín de Bachín (con María José Cantilo), Oblivion, Milonga de la Anunciación, Decarísimo. También ha hecho versiones extraordinarias de tangos tradicionales, como algunos de los eternos Gardel y Le Pera (Por una cabeza, El día que me quieras, Golondrinas, Volver), de Cobián y Cadícamo (La casita de mis viejos, Niebla del Riachuelo, Los mareados) y obras cumbres como El Choclo (de Angel Villoldo), Malena (de Demare y Manzi), Gricel (Mores y Contursi), Naranjo en flor (de los hermanos Expósito) o El último café (Stamponi y Castillo).
Quizás merezcan una nota aparte su predilección por Nada, ese bellísimo y emotivo tango de Dames y Sanguinetti, y “Libertango” del maestro Piazzolla. De Nada ha hecho por lo menos tres versiones: la primera con el Cuarteto en su álbum “Endemoniado”, la segunda en su disco en vivo “En 36 Billares” cantada por Marcelo Boccanera, y la tercera en “Entre nosotros”, el CD con María Graña (quien a su vez la grabó en “Cantora” junto a la inmortal Mercedes Sosa). De Libertango conozco tres versiones de sus álbumes “Endemoniado”, “En 36 Billares” y “Vamos que venimos”.
Además, ha fundido en la matriz tanguera del Cuarteto música de muy diversos géneros, incluyendo temas de los Beatles, Queen, Stevie Wonder y Sting o de queridos músicos argentinos, como Pedro Aznar, David Lebón y Charly García, Fito Páez y hasta el inolvidable Sandro.
Mano extendida
En cuanto a los invitados, no es exagerado decir que ha tocado prácticamente con todos los músicos importantes de la Argentina. Entre muchos otros en sus discos participan Patricia Sosa, Susana Rinaldi, Liliana Herrero, Horacio Fontova y León Gieco, a quien pude conocer a través suyo en uno de sus shows en 2010, lo mismo que a los hijos del legendario Polaco Goyeneche. Además son innumerables las personalidades a las que ha acompañado en el laureado programa de televisión »Letra y Música» junto a la conductora Silvina Chediek.
Una anécdota pinta cabalmente su abanico de relaciones. En 2006 cumplimos los 30 años de nuestra Promoción. Luego del acto en el Colegio, lo acompañé a un recital que daba con el Cuarteto en el Café Homero. Del concierto nos dirigimos al lugar donde se celebraba la fiesta de ex alumnos. Al llegar se nos cruzaron varios músicos que salían de allí, a los cuales Esteban saludó muy efusivamente. En particular me llamó la atención uno, canoso y envejecido, que cargaba su guitarra. Como me pareció un rostro familiar le pregunté a Esteban si era el papá de Javier Malosetti, en referencia a Walter Malosetti, de Swing 39, a lo que me respondió: “¡No! ¡Ese es Nito Mestre!”. Salí disparado a buscarlo. Pude encontrarlo en el camino, charlar brevemente con él -junto con Charly García los más admirados en nuestra adolescencia- y tomarnos una foto que guardo como un tesoro.
Epílogo
Esteban Morgado viene haciendo una contribución excepcional a la música argentina, y en particular a la tanguera. Ha tomado el legado dejado por Astor Piazzolla y lo ha acrecentado de un modo diferente, genuinamente original . Además ha dejado plasmada en sus propias composiciones un arte sentido y profundo, para nada sensiblero pero capaz de tocar las fibras más íntimas del corazón. Gracias, Esteban, por regalarnos tanta belleza y conmovernos a través de tu música.
Discografía
Para esta discografía solamente he considerado los CDs donde Esteban Morgado o su cuarteto aparecen como intérprete principal en la lámina.















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