“Cuando llega el momento, escribir como al dictado me es natural; por eso de cuando en cuando me impongo reglas estrictas a manera de variante de algo que terminaría por ser monótono. En este relato la ‘grilla’ consistió en ajustar una narración todavía inexistente al molde de la ‘Ofrenda Musical´ de Juan Sebastián Bach.”[1] Julio Cortázar, en “Nota sobre el tema de un rey y la venganza de un príncipe”, sobre su cuento “Clone”.
“El arte se define por la forma, no por el mensaje”.
Toda expresión tiene forma. La forma según la primera acepción del diccionario es la “configuración externa de algo”. Si bien en nuestro interior las formas existen, en general son cambiantes o de límites imprecisos. Pensemos en la imaginación, o en los sueños, donde las cosas misteriosamente se transforman, como en “El perro andaluz”, el film de Luis Buñuel y Salvador Dalí. Otra de las definiciones dice “estilo o modo de expresar las ideas, a diferencia de lo que constituye el contenido de la obra literaria”.

Toda obra de arte, y, por lo tanto toda canción, necesita una forma. La forma es lo que hace que sea percibida por los sentidos. Aún la improvisación poética con frases inconexas o la música con diferentes compases y sin definir cuál es la tónica, adquiere una forma.
Los patrones que se sigan, que son como moldes creativos, generalmente definen el género de una obra y permiten llegar a diferentes públicos. Por ejemplo, no es lo mismo una sinfonía, que es una obra para orquesta de tres o cuatro movimientos, cada uno de ellos con un tempo y estructura diferente, que una ópera, obra teatral en la que los personajes cantan en lugar de hablar, y que suele comenzar con una obertura y luego continuar con distintos “números” con solos, dúos, coros. Lo mismo en la poesía, no es lo mismo un soneto que una cuarteta.
Es la forma y no el mensaje el que define el arte en todo sentido. Las artes (en plural, refiriéndonos a las ramas del arte) se reconocen por su forma. Por ejemplo, la pintura, la música, el cine, la escultura. Pero avancemos más. Por ejemplo, la música, el teatro, el cine, la literatura, el cómic son artes secuenciales. Las artes secuenciales (también llamado temporales) utilizan, por ejemplo, un tren de imágenes donde la primera está unida a la siguiente, ésta a la próxima y así sucesivamente hasta la última. Lo mismo ocurre con los sonidos. “De todas y cada una de la combinaciones sonoras fluye un mensaje que se desarrolla en el tiempo, que no ocupa espacio, salvo en nuestras mentes”[2], como resume Samy Mielgo. A través de los sentidos percibimos la sucesión de las unidades como un todo.
En cambio, las artes espaciales, como la pintura, escultura, arquitectura, fotografía, ofrecen materialmente y en un solo momento su forma completa. Desde luego esta es una definición arbitraria, pues “sucede también en el arte más ‘estático’ que es portador de un discurso que inevitablemente se nos abre a medida que establecemos contacto con la obra”[3].
© Pablo R. Bedrossian, 2012. Todos los derechos reservados.
REFERENCIAS
[1] “Queremos tanto a Glenda”, Editorial Nueva Imagen, 1980, 4ª Ed. p..122
[2] “La Música: sus 4 elementos constitutivos y un paralelo con 4 aspectos fundamentales de la vida cristiana”, Samy Mielgo, Nuevos Aires (periódico de la Iglesia Bautista del Centro), 2011
[3] http://arquetiposenelcine.blogspot.com/2008/12/artes-espaciales-o-temporales.html, Enric Puig Punyet
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