Serie CONFIESO QUE HE LEÍDO
Muchos recordarán que “El Secreto de sus Ojos” ganó el premio Oscar a la Mejor Película Extranjera en 2010. El film dirigido por el argentino Juan José Campanella obtuvo merecidamente el preciado galardón al cautivar al público con una inteligente trama de misterio y suspenso. Sin embargo, un ojo experto puede detectar una notable similitud entre su final y el de la producción italiana “Un Burgués Pequeño Pequeño” (“Un Borghese Piccolo Piccolo”), de 1977, protagonizada por el inolvidable Alberto Sordi. Aunque ese hecho mengua los méritos de la película, nos mueve a comentar que “La Pregunta de sus Ojos”, el relato de Eduardo Sacheri que la inspiró, tiene un final diferente. Quienes gozaron del film, van a disfrutar mucho más la novela.

El texto está escrito en dos planos. Uno relata en tercera persona el amor inconfeso de Benjamín Chaparro (en el cine Benjamín Espósito, protagonizado por Ricardo Darín) hacia Irene Hornos (en la película Irene Menéndez-Hastings), una ex compañera de trabajo en Tribunales que ha llegado a jueza. El otro, escrito en primera persona, es de algún modo el motivo y la estrategia con que Chaparro espera algún día conquistar a Irene: su opera prima como escritor, que relata la dilatada investigación del cruel asesinato de Liliana Colotto, y su posterior amistad con Ricardo Morales, esposo de la víctima.
El seguimiento del femicidio va desde 1968 a 1996. En esos 28 años transcurren profundos cambios políticos y sociales que inciden en la búsqueda del asesino; pero durante ese extenso periodo los personajes parecen sostener cada vez con mayor insistencia sus mismas creencias, actitudes y obsesiones. Quizás quepa preguntarse hasta qué punto Chaparro ve en Ricardo Morales a su alter ego en una situación desesperante.
Eduardo Sacheri utiliza el mismo lenguaje coloquial de sus emotivos cuentos futboleros, confirmando su singular capacidad para verbalizar sentimientos. Podríamos decir que es un artista que retrata con asombrosa naturalidad la dura realidad de hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Como todas las obras publicadas bajo el sello de Alfaguara, “La Pregunta de sus Ojos” es una obra cuya lectura no defrauda. Además, junto a “El Jardín de Bronce” de Gustavo Malajovich, forman parte de una nueva literatura argentina de intriga, donde más que héroes, hay luchadores de carne y hueso.
NOTA:
El film “El secreto de sus ojos” tiene una versión norteamericana titulada “Secret in Their Eyes”, dirigida por Billy Ray e interpretada por Nicole Kidman y Julia Roberts, muy inferior a la original ganadora del Oscar.
© Pablo R. Bedrossian, 2016. Todos los derechos reservados.
BONUS:
VEMOS LO QUE LEEMOS – BREVE ENSAYO ACERCA DE LA NOVELA DE INTRIGA (por Pablo R. Bedrossian)

El lenguaje que utilizamos es cada vez más visual, y la literatura -entendida como arte- no ha podido sustraerse a esa tendencia. Las novelas tienen hoy el lenguaje del cine: vemos lo que leemos, reconstruyendo en imágenes mentales lo que el texto presenta. Cuando esas palabras tejen una buena historia, ingresamos a un territorio desconocido donde el autor nos expone a nuevas experiencias, haciéndonos partícipes de las emociones de los protagonistas.
“El lenguaje que utilizamos es cada vez más visual, y la literatura -entendida como arte- no ha podido sustraerse a esa tendencia”.
En el siglo XX, y en especial en su segunda mitad, las novelas se caracterizaron por combinar buenos relatos y diálogos intensos, despojando a los personajes del ejercicio introspectivo al que los sometía el escritor del siglo XIX. Graham Green o Morris West, por mencionar a algunos, hicieron gala de esa técnica, que parece más propia del guión y del cómic.
Además, las tramas se construyeron bajo un nuevo paradigma, el de la economía del relato, donde “nada sobra y nada falta”. Ningún detalle queda librado a la casualidad. Lo que parece un cabo suelto termina siendo un movimiento calculado del escritor, que lo retoma inesperadamente, procurando la sorpresa del lector. Además va introduciendo repentinos cambios que, como golpes de timón, dan la sensación de dejar a los personajes (y al lector ingenuo) totalmente a la deriva. Desde luego, lo inesperado es lo esperable, ¿o, acaso, no es la lectura de esa prodigiosa mezcla de drama, acción y misterio que es la novela de intriga, la búsqueda de una experiencia inquietante que desafíe nuestra imaginación?
“Las tramas se construyeron bajo un nuevo paradigma, el de la economía del relato, donde nada sobra y nada falta”.
Un elemento que se agrega a la construcción del relato es la erudición, que incluso llega a desplazar a la imaginación. Ya no estamos en los ’70 donde Irving Wallace tiene grandes inconsistencias frente al saber académico cuando habla del documento Q en “La Palabra”, sino en el tiempo donde el conocimiento profundo otorga una mayor veracidad, que es lo que paradójicamente se exige a una buena obra de ficción, como es este tipo de novela. “El Nombre de la Rosa” es un clásico ejemplo de novela erudita. Dan Brown, con sus best-sellers “El Código da Vinci” y “Ángeles y demonios”, que hicieron furor a principios del siglo XXI, sumó el vértigo (pues las historias transcurren en un lapso muy corto de tiempo), que impreso a la atractiva idea de la conspiración -subyacente en la mayoría de las novelas de intriga-, produce en el lector el efecto deseado.
“El conocimiento profundo otorga una mayor veracidad, que es lo que paradójicamente se exige a una buena obra de ficción”.
El resultado de la combinación de estos elementos es mucho más que la suma de ellos. Se fabrica una texto–un caso– que tiene elementos crípticos que mueven al lector a encontrar las claves secretas que develan el misterio. Es el pensamiento el que resuelve el enigma aunque son los sentimientos puestos en juego los que le dan intensidad. Al leer una novela policial todos somos detectives, pero no somos nosotros quienes manejan a los personajes, sino el narrador que, como un gran titiritero, maneja también nuestras emociones a través de las palabras.
“Es el pensamiento el que resuelve el enigma aunque son los sentimientos puestos en juego los que le dan intensidad”.
© Pablo R. Bedrossian, 2014. Todos los derechos reservados.