Serie “PASAJES Y CALLES CURIOSAS DE BUENOS AIRES”
Uno de los pasajes privados más bellos de Buenos Aires es el Pasaje Colombo. Nace en la Avenida Rivadavia 2431 (entre Larrea y Azcuénaga).
Tras unos treinta metros de recorrido y antes de terminar en una torreta de seguridad de dos pisos, se abre a la derecha su único brazo, que le da salida por Azcuénaga 34 (entre Bartolomé Mitre y Avenida Rivadavia). Por lo tanto, su trayecto es parecido a una L.
Aunque está preparado para el tránsito vehicular, por Azcuénaga no puede ingresar ningún automóvil pues se ha levantado un muro. Además, detrás de esa entrada hay un cantero con una palmera.
El pasaje es la calle interior de un complejo conformado por edificios de cinco plantas, que ocupa la porción sudeste de la manzana.
Su piso es baldosas calcáreas típicas para uso peatonal; además tiene aceras y está iluminado con faroles de hierro adosados a las fachadas. A propósito, las construcciones circundantes creadas por Carlos Heynemann, aunque tienen diferentes tamaños, comparten el diseño, el color gris tiza y las puertas internas de acceso numeradas.
Según el arquitecto Rolando Schere “consta de un subsuelo, planta baja destinada a vivienda en las unidades interiores del pasaje y 10 locales comerciales sobre Rivadavia y Azcuénaga, y 4 plantas altas con unidades de 3, 4, 5, 6, 7 y 8 habitaciones”[1]. Lamentablemente, como suele suceder, los locales comerciales rompen la armonía del diseño original con colores intensos, carteles, marquesinas y modificaciones en la mampostería a fin de atraer clientes.
LA HISTORIA
Una placa en la entrada colocada en 2003 por la Junta de Estudios Históricos de Balvanera recuerda que el terreno formó parte principal de la quinta de Antonio González Varela, apodado Miserere, pionero del barrio.
La Edificadora S.A. compró el solar y desarrolló el proyecto. Había sido fundada en 1875 y tenía por objeto adquirir terrenos y edificar viviendas para venderlas a sus socios[2]. Debido a ello originalmente se lo denominó Pasaje Edificadora. Posteriormente el complejo edilicio con el pasaje incluido fue adquirido por Carlos Ambrosio Colombo, quien vivía a tres cuadras, en la Avenida Rivadavia 2731. Su hijo Aquilino C. Colombo tuvo su inmobiliaria en la entrada de la calle Azcuénaga.
Descubrimos el Pasaje Colombo cuando éramos adolescentes, y tenía las entradas cerradas con gruesas cadenas que pendían de dos pequeños monolitos. La delincuencia urbana obligó a reemplazarlos con portones de rejas negras que afortunadamente fueron elegidos con buen gusto y permiten ver desde afuera el pasaje en profundidad.
Merecidamente, en 1997 fue declarado Área de Protección Histórica (APH) por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
EL DISEÑO
El complejo fue creado por Carlos Heynemann, quien colaboró con el arquitecto sueco Enrique Aberg en la construcción del Museo de La Plata. Heynemann era alemán; hasta donde hemos podido investigar, no era arquitecto como se menciona en algunas publicaciones, sino ingeniero[3]. Si bien en el “Diccionario de Arquitectura en la Argentina, Clarín – Arquitectura” no hay ningún apartado para él, aparece mencionado en la biografía de Aberg como “el arquitecto alemán Federico Heynemann”[4].
Gracias a las exhaustivas investigaciones de Fabio Perlin publicadas en su blog[5] supimos que el propio Aberg fue el fundador de La Edificadora (cuyo nombre completo era La Edificadora Buenos Aires S.A.). Al partir a Europa en 1886, dejó la empresa en manos de Heynemann.
Los edificios de Rivadavia y Azcuénaga inaugurados en 1893, eran de estilo italianizante, lineamiento arquitectónico del siglo XIX que suponía un retorno al Renacimiento italiano pero dotado de elementos más pintorescos. En Argentina esta vertiente estética sirvió de transición entre la vieja arquitectura española colonial y el academicismo francés que se observa en muchos edificios importantes de Buenos Aires.
En mi opinión, en el Pasaje Carlos Ambrosio Colombo hay tres detalles que merecen ser observados con detenimiento: la primera es la torreta de dos pisos con reloj coronada por una lanza.
Los otros son los mascarones exteriores y las puertas de madera, en particular las que se observan sobre la calle Azcuénaga. Si pasa por allí, no deje de contemplarlos.
UNA LEYENDA URBANA
Se sabe que en el Pasaje Colombo se han filmado películas y cortos publicitarios; además, una placa de bronce recuerda que uno de sus vecinos más ilustres fue el escritor Leopoldo Marechal.
Sin embargo, muy pocos conocen la historia de Felicita Domínguez, una humilde trabajadora doméstica que a principios de 1930 fue atacada al salir de uno de los edificios un domingo de febrero por la noche. Al sentir el cuchillo en su garganta enmudeció; acto seguido, previendo que lo peor podía suceder, escuchó detrás suyo unos pasos. Repentinamente el ladrón soltó el arma y escapó como si hubiera visto un fantasma. Aún con el corazón latiendo como una locomotora giró para ver quien se acercaba… su horror fue aún mayor: contempló una figura negra con un esqueleto brillante.
– No se asuste, señora -le dijo una voz suave y provinciana-; vivo aquí y vengo de una fiesta de disfraces.
La pobre mujer no sabía si reír o llorar. Le dio las gracias y regresó al departamento en el cual trabajaba, pidiendo que la acompañen a tomar el colectivo. Esta historia, que me relató su hija siendo muy anciana, dicen que alimentó la leyenda del fantasma de Balvanera.
© Pablo R. Bedrossian, 2018. Todos los derechos reservados.
REFERENCIAS
[1] Schere, Rolando H., “Pasajes”, Ediciones Colihue, Colección del Arco Iris, Buenos Aires, Argentina, 1998, p. 57
[2] Balbachan, Luis Eduardo, “Los ignorados pasajes de Buenos Aires”, Editorial Rodolfo Alonso, Buenos Aires, Argentina, 1982, p.77
[3] Vallejo, Gustavo, “Escenarios de la cultura científica argentina: ciudad y universidad (1882-1955)”, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España, 2007, p.143
[4] Liemur, Jorge Francisco y Fernando Aliata, Diccionario de Arquitectura en la Argentina, Clarín – Arquitectura, Buenos Aires, Argentina, Tomo a/b, 2004, p.14
[5] Perlin, Fabio, «Homenaje a los Arquitectos e Ingenieros Escandinavos en Argentina», https://arquitectos-escandinavos-argentina.blogspot.com
MULTIMEDIA
Todas las fotografías fueron tomadas por el autor de esta nota y es el dueño de todos sus derechos
Hola mi nombre es Fabio Perlin y entre algunos de los blogs que hago para arquitectos del siglo XIX tengo uno dedicado a los Escandinavos que actuaron aquí.
El arq. Henrik Aberg realizó numerosas obras y creó en 1875 su propia empresa constructora “La edificadora Buenos Aires” con la cual realizó obras para privados.
En 1886 parte hacia Europa y deja en manos de su socio Carl Heynemann la culminación del Museo de La Plata y el Htal. Rivadavia.
He encontrado varias con su sello .
No sé hasta cuando Heynemann retuvo la empresa
pero encontré edificios de los ’40 ya como “La Edificadora SA”
¡Gracias, Fabio! ¡Excelente aporte! Si me das tu autorización, agrego al artículo mencionando tu nombre. Lo que comentás permite entender la relación entre La Edificiadora S.A. y Heynemann. No sabía, además, que levantaron el Hospital Rivadavia. ¡Muy cordiales saludos, quedo a la espera de tu autorización y nuevamente gracias!
Por supuesto que te doy autorización, gracias
Hola, quizás para terminar de aclarar el Arq. Aberg trabajaba junto al Ing. Karl Heynemann y efectivamente lo deja a cargo de la empresa la empresa cuando se vuelve a Europa. Los Heynemann eran dos hermanos, el mencionado Karl Ludwing y Friedrich Konrad, arquitecto, que trabajaban juntos aunque por edad, por orden de llegada y porque estaba casado conla hija de otro empresario constructor de apellido Rocchi el que aparecia en representación de los dos era Karl. El vuelve a Alemania a principios de Siglo XX y queda Friedrich quién mas tarde tendra la iluminación de la Av. de Mayo para el Centenario entre otras obras. De allí la confusión de nombres de los hermanos Heynemann.
¡Muchas gracias! ¡Excelente aporte que aclara lo del apellido Heynemann! ¡Cordiales saludos!