Serie ARMENIOS EN EL MUNDO
A principios de 1990, viviendo en Buenos Aires, recibí un llamado telefónico de mis primas Claudia y Adriana Sarkissian, contándome de la visita de un joven de familia armenia, que había venido de Sudáfrica. Se llamaba Vahe Basmadjian. Organizamos una salida típicamente porteña, con parrillada incluida. Resultó ser una persona muy agradable y divertida. A hora del café, me dijo en inglés -no hablo armenio y él no hablaba español- que si alguna vez iba por Sudáfrica, por favor, le avisara.
Con mucha sorpresa, meses después recibí una invitación para asistir a un Seminario Internacional para Jóvenes en la Rand Afrikaans University.

Sudáfrica iniciaba el proceso de cambio e integración racial, y quería mostrarlo al mundo. La actividad, que tomó más de tres semanas, tuvo su sede en Johannesburgo, donde vivía Vahe. Desde luego, aproveché para llamarlo, y me invitó a cenar en un restaurante griego, junto a su familia. Durante la cena me contó:
-Aquí la comunidad armenia es pequeña; somos unas 110 familias. Por eso no hay un restaurante de comida armenia.
Aproveché para contarle que, luego del Seminario, iba a viajar por mi cuenta a Durban, la ciudad donde Gandhi empezó su gesta, y luego al Reino de Swazilandia.
– Si vas a Swazilandia, en Mbabane vive Krikor DerBalian, un armenio que si se entera que vas, te va a atender maravillosamente.
– Prefiero ir por mi cuenta; ya reservé hotel.
– Cuando llegues, llámalo. No te vas a arrepentir. Además, ha hecho algo único: en su propiedad construyó una iglesia armenia.
El Seminario reunió a ochenta jóvenes, en su mayoría periodistas, de distintas nacionalidades, razas y orígenes. En el magnífico campus de la Rand Afrikaans University asistimos a conferencias dictadas por líderes de todos los partidos políticos. Las exposiciones versaban sobre la situación del país. El tema central fueron las negociaciones para la reforma constitucional que permitiría a las personas de raza negra votar y, con toda seguridad, daría a sus representantes el acceso al poder.

Edificios de la Unión
Una mañana recorrimos en tres autobuses los 52 kilómetros que nos separaban de Pretoria, la ciudad donde reside el Poder Ejecutivo. Allí mantuvimos una reunión con el Ministro de Relaciones Exteriores, Pik Botha, y, a continuación, el esperado encuentro con el Presidente de la República, Mr. Frederyk de Klerk, quien había abierto el camino hacia una nueva Sudáfrica. El 11 de febrero había ordenado la liberación de Nelson Mandela y había entablado conversaciones con él. Aunque informé que la entrevista fue grupal, el diario El Cronista Comercial la publicó con mi firma en la página 6 de la edición dominical del 30 de septiembre de 1990. En 2013, la he compartido en mi blog[1].

LA VISITA A SWAZILANDIA
Al finalizar el Seminario, visité a Durban; cuatro días después, un pequeño avión de 18 plazas de la Royal Swazi National Airways me depositó en Mbabane, capital de Swazilandia, un pequeño reino al noreste de Sudáfrica, que obtuvo su independencia en 1968. Quizás por provenir de una gran urbe, más que una ciudad me pareció un pueblo. Tras registrarme en el hotel, le pedí a un taxista que me llevara al centro de la ciudad.
Se detuvo en un lugar con muy pocos edificios, donde el más alto quizás llegaba a los diez pisos. En inglés mantuvimos un breve diálogo:
– Señor, le pedí que me llevara al centro.
– Así es; este es el centro.

El corazón de la ciudad tenía una forma cuadrada, de unas tres manzanas por lado. La gente me pareció muy respetuosa y de aspecto sencillo pero digno.

Regresé caminando al hotel, distante un kilómetro y medio. En el camino me sorprendió ver muchas personas con Biblias. Un joven me explicó que el rey era joven, abierto y cristiano. Desde luego, tal como la inmensa mayoría de la población, el monarca pertenecía a la raza negra. Aprovecho para mencionar que durante mi visita conocí un médico judío, nacido en el Uruguay, que trabajaba en Mbabane. Él me comentó que el país tenía unos 700,000 habitantes. Esencialmente todos pertenecían a un mismo pueblo, algo muy diferente a naciones como Argentina, mi país de origen, conformado por un asombroso crisol de razas.
A la mañana siguiente llamé por teléfono a Krikor DerBalian. Me respondió en inglés:
– ¿Dónde se hospeda? Ya mismo voy a buscarlo.
Como en otras ocasiones, noté que un armenio para otro armenio es familia. Historia, sufrimiento y fe compartidos son factores que nos unen en un mismo sentimiento.
Krikor llegó en su Peugeot 504. Era de corta estatura, usaba anteojos y su amplia calvicie sólo estaba interrumpida a los lados por escaso cabello blanco. Me dijo que tenía 66 años. Desde el inicio me hizo sonreír por su estilo jovial pero proclive a dar órdenes. Él ya tenía todo preparado para mi visita.

Comenzamos visitando una tienda de artesanías, un par de mercadillos populares y pequeñas aldeas signadas por la pobreza. Krikor me hacía disfrutar cada cosa. Como buen soltero no dejaba de admirar a cada paso la belleza femenina.
– ¿Por qué decidió no casarse?
– Yo te lo aseguro -afirmó categóricamente-: el hombre que se casa lo único que obtiene son problemas. No quiero ser esclavo de una mujer.
Este armenio, que había viajado por toda África vendiendo equipos y máquinas de escribir, no utilizaba ni diplomacia ni anestesia para decir lo que pensaba, y lo hacía con simpatía, decorada con pinceladas (¡de brocha!) autoritarias que no dejaban espacio para la réplica.
Tras visitar una hermosa fábrica artesanal de velas (aún conservo dos candelas decorativas que compré allí), cruzamos la pequeña ciudad y llegamos a su rancho.

La propiedad ocupaba más de dos hectáreas de tierra, en una loma donde se levantaban su casa, otra para huéspedes, varias casillas donde vivían sus trabajadores y una pequeña y lindísima iglesia armenia, llamada Holy Resurrection (en español, Santa Resurrección)

– Compré este terreno en 1971, pensando en vivir aquí al jubilarme. Hace ocho meses que me mudé. Construí todo lentamente. Planté 1600 árboles. Ahora aquí disfruto y descanso.
LA IGLESIA
En un horno a leña colocó un cordero adobado con una increíble variedad de especies. Lo dejó cocer por tres horas.

Aprovechamos ese tiempo para visitar la iglesia.

– Es réplica de una capilla que existe en Armenia. Hubo varias personas que apoyaron económicamente la construcción. Aquí ya se celebró una boda.
Y a continuación declaró:
– Un hombre, una iglesia.

Hizo traer especialmente tierra del país de nuestros ancestros y bendecir el templo por un sacerdote. Incluso dedicó mucho tiempo a detalles, tales como los refinados almohadones sobre los bancos de madera, donde pueden acomodarse 24 personas.

– Me bauticé a los 30 años. Crecí en Egipto. Luego emigré al Sudán y finalmente me trasladé en Sudáfrica, donde viví muchos años, antes de radicarme aquí. He tenido la suerte de viajar por todo el mundo.

Curiosamente no era un hombre religioso. Su estilo de vida no estaba regulado por dogmas o algún tipo de rigor moral.

Después del apetitoso cordero me llevó hasta mi hotel. Por la noche pasó a buscarme y me llevó a uno de sus lugares de entretenimiento favorito, el casino. Perdí; pero él, desde luego, ganó. Jugaba como un profesional.
PASEO, ORACIÓN Y BLACKJACK
Al día siguiente me invitó a conocer Malolotja, una bellísima reserva natural, en el noroeste del Swazilandia. Vimos cabras salvajes, pequeños jabalíes, ciervos y cebras en estado natural, en un entorno asombroso.

Cerca de la una de la tarde volvimos a su casa. Tras almorzar me enseñó a jugar blackjack, su pasatiempo favorito, y después regresamos a la capilla.
– Todas las mañanas, luego de levantarme, vengo aquí a hacer mis oraciones.

Alegre, directo y expresivo, me hizo encender una vela y, elevar una oración expresando un deseo. Al terminar, la colocó en un candelabro, donde la dejó ardiendo. Finalmente me mostró sus joyas: manuscritos armenios de los siglos XIII o XIV, que adquirió en Turquía. Por la noche, me llevó nuevamente al casino. Esta vez, ganamos los dos.
Al día siguiente, después del último paseo, me propuso mudarme a Mbabane. Había hablado con un bioquímico, primo del rey, y le dijo que necesitaban un cardiólogo, pues en ese momento no había ninguno en todo el país. Aunque mis planes eran otros, me hubiera gustado mucho volver y gozar de la amistad de Krikor DerBalian, un ejemplar único en su especie, un personaje que me hizo sentir que la vida sucedía en el lugar donde él se encontrara. Recordarlo inevitablemente me produce una sonrisa.
Mencionó que tenía familia en Buenos Aires y me dio sus nombres. Resultaron ser pacientes de mi papá. A mi regreso, el Diario Armenia de la capital argentina, publicó una nota de mi autoría, contando de Krikor y la iglesia armenia en Swazilandia.
TANTOS AÑOS DESPUÉS
Una nota del 15 de enero de 2016 publicada por la agencia de noticias Armenpress [2] informó que dos días antes el rey Msvati III de Swazilandia transfirió oficialmente la capilla Holy Resurrection y sus tierras aledañas a la Iglesia Apostólica Armenia, con sede en Echmiadzin, Armenia, como respuesta a una solicitud presentada un año atrás por la pequeña comunidad armenia local. La nota dice que “la Iglesia Armenia en el distante reino africano se construyó en 1989, debido a los esfuerzos de los Grigor Derbelyan” en referencia a Krikor DerBalian.
La nota aporta varios datos interesantes. Según la nota, “Derbelyan, un ciudadano de Swazilandia, nació en 1914 en Aintab. Durante el genocidio armenio, Grigor llegó a El Cairo con 20 días de vida en las manos de su madre. Sin embargo, su madre murió justo par de meses después de llegar a El Cairo”. Según esta información Krikor, cuando lo conocimos, tendría 76 años y no 66. No nos sorprendería que, con su extraordinario ánimo juvenil, se hubiera quitado 10 años.
Otro dato relevante que se menciona es que “alrededor de 60 personas hicieron contribuciones para la construcción de la capilla, incluyendo la compañía Olivetti, donde trabajó en Grigor durante 12 años”. En nuestra visita vimos una placa recordando la generosa lista de donantes.
Un tercer dato enriquece la información sobre la iglesia: “la parte en la parte posterior de la capilla se apoya en una gran piedra que sirve como un altar, al igual que la Iglesia Saint Geghard en Armenia”. Finalmente informa que “hoy en día, hay una pequeña comunidad armenia que consta de ocho miembros en el pequeño reino africano. Los armenios de la vecina República de Sudáfrica ayudan a los armenios de Swazilandia en el cuidado de la capilla y las tierras relacionadas”. Nada nos dice qué ocurrió con Krikor DerBalian. No sabemos si aún vive o está en el cielo, haciendo reír a muchos con sus increíbles historias.
© Pablo R. Bedrossian, 2016. Todos los derechos reservados.
REFERENCIAS
[1] https://pablobedrossian.wordpress.com/2013/12/07/un-encuentro-con-el-hombre-que-libero-a-mandela-por-pablo-r-bedrossian/
CRÉDITOS MULTIMEDIA
Todas las fotografías fueron tomadas por el autor de esta nota y es el dueño de todos sus derechos.
Buscando cosas interesantes para leer, no podía sino toparme con una nota tuya. Me acuerdo cuando te fuiste a Sudáfrica; y tantos años después, me hiciste disfrutar junto a vos y a Krikor. Gracias troesma!
Escribir y poner las fotos nos ayuda a conservar los buenos recuerdos. El sábado subí algo de Belfast y espero en no mucho tiempo compartir algo de Dublin, ciudad que dusfruté mucho gracias a Uds.!
Hello, do you remember by chance the address of Mr. Der Balian ? I am trying to find the proper address of the Armenian Chappel
Hi! I don’t remember the address. I think he passed away, because I visited him 28 years ago and at that time he was a senior. The church and his home was established in Pine Valley, a place nearby Mbabane, capital of Swaziland, but I don’t know the exact location. Best regards!
Hi, the Armenian chapel has probably the most «exotic» location on planet. I did my best on find with google maps aerial photos Pine Valley, but couldn’t find it. I hope it is not demolished. Just wanted to document the location in wiki pages, the existing addresses are not correct. I hope it is not demolished.
It is inside a private property. Maybe this is the reason.
Hi Levon. Pablo is correct, Grigor Derbelyan passed away a few years ago. I do not know any of his relatives, although the property is only about 1 km down the road from me. It seems it may have been divided up among relatives, because there is some development there. But as to the church you can rest assured. In 2016 it was officially transferred, by special permission from H.M. the King, into the ownership of the Catholicate of some very unpronouncable entity in Armenia, which I understand to be the Armenian Church equivalent of the Vatican of the Roman Catholic Church. By law, foreigners are no longer allowed to acquire land in Eswatini (new name for Swaziland), hence the need for special permission from the King. So it is in safe hands in terms of ownership, but who is looking after it locally I do not know.
The exact geographical location is: 26 degr 14’54″South and 31 degr 10’22″East. This should enable you to plot it on Google Earth.
Kind regards,
Harry van den Burg
Pine Valley
Eswatini
Thank you, Harry! I’m thinking to go back to Eswatini (former Swaziland). I love the country where you live.
I see my messages are captured here under my cellphone number. So you can easily contact me once you get here! It is not as easy to get here as it used to be, since there are very few flights as yet. But Covid willing, it should improve with time…
Regards,
Harry