“No te sorprendas que suceda; sorpréndete que no suceda más seguido” (palabras de un personaje de Woody Allen en “Hanna y sus Hermanas”[1]).
“Errata: equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito”[2]
¿Qué ocurre cuando involuntariamente un diario daña la imagen de un particular? Me refiero a casos sin segundas intenciones, por lo que queda excluida de este análisis la calumnia política o empresarial que, desde luego, persigue otros fines. Les propongo tomar como ejemplo una nota de la edición digital de La Prensa[3], el diario de mayor venta de Honduras, que es el que habitualmente leo y sigo:
Al decir “erróneamente” La Prensa reconoce su equivocación y de un modo eventual, los daños que pudo causar. En Derecho Penal, cuando alguien causa daño sin intención se lo llama culpa, y cuando es intencional se lo llama dolo. Ambas situaciones conllevan responsabilidades en distinto grado y están penadas legalmente.
El diario relativiza el impacto de su error. Como si fuera su propio juez, se autoexime de toda culpa pues, a pesar que las provocó, no se hace cargo de las consecuencias (“los daños que se le haya podido provocar”), y considera que una sola palabra, “disculpa”, en un pequeño espacio ubicado entre muchas otras noticias, es suficiente.
Es obvio que los medios periodísticos tratan de minimizar los daños que causan sus yerros a fin de preservar su imagen. Recordemos que el activo más importante de un diario es la confianza, y perderla significa poner en riesgo su negocio. Pero, esa actitud defensiva, ¿resuelve la situación o la agrava?
EL MANEJO DE LAS CONSECUENCIAS
Se cuenta que una joven hizo un comentario negativo contra una compañera que no estaba presente para defenderse. Tiempo después se dio cuenta que su opinión estaba equivocada; a pesar de ello el rumor que generó había crecido. Sinceramente preocupada fue a consultar a su maestro. Él la observó unos momentos y le dijo.
– ¿Quieres arreglar tu error? Ve al mercado, compra una gallina, mátala y desplúmala. Luego arroja las plumas a lo largo del camino.
La alumna obedeció la indicación y regresó al día siguiente, preguntando:
– ¿Qué debo hacer ahora?
– Junta todas las plumas y tráemelas
Sin discutir, la joven revisó el camino recorrido y luego de varias horas halló cuatro plumas. Frustrada, regresó y volvió a preguntarle:
– ¿Qué debo hacer ahora?
– ¿Trajiste sólo cuatro? Debías traer todas las plumas y ponerlas en su lugar.
– Tú sabes que eso es imposible.
– Ya ves; lo mismo sucede cuando nuestras palabras señalan a otros injustamente.
Soy un firme defensor de la libertad de expresión, pero también de los demás derechos humanos. Creo por ello que este tipo de situaciones deben tener castigos, pues la impunidad alienta su reincidencia. Por ejemplo, el diario debería otorgar, como mínimo, el mismo espacio a la retractación que el asignado a la nota que originó el conflicto (algo que no ocurrió en nuestro ejemplo), y ubicarla en la misma posición o incluso una mejor. Asimismo ¿no sería apropiado también un resarcimiento económico a la víctima? Sería un modo de compensar parcialmente el daño y reduciría la posibilidad que errores semejantes volvieran a ocurrir.
© Pablo R. Bedrossian, 2014. Todos los derechos reservados.
REFERENCIAS
[1] Allen, Woody, “Hanna y sus hermanas”, Cuadernos ínfimos, Tusquets Editores, 1ª Ed. 1987, p.116
[2] Diccionario de la Real Aacdemia Española, http://lema.rae.es/drae/?val=errata
[3] La nota puede leerse en http://www.laprensa.hn/honduras/tegucigalpa/532923-96/abogada-no-tiene-vinculo-en-escandalo-en-la-dei