“CRIMEN Y CASTIGO”, LA GRAN NOVELA PSICOLÓGICA DE DOSTOIEVSKI (por Pablo R. Bedrossian)

Serie LECTURA RECOMENDADA

Título: “Crimen y castigo”

Autor: Fiódor Dostoievski

Año: 1866

A mediados del siglo XIX, en San Petersburgo, la capital de la Rusia zarista, un estudiante brillante vive sumido en la pobreza. Luce enfermo y agotado; para no morir de hambre empeña los escasos objetos que le quedan. Siente que es indigno de esa vida miserable. Para poner fin a su desgracia, roba y asesina de un hachazo a su prestamista, una anciana avara y desconfiada; también mata a la hermana de la víctima, una mujer honrada pero de pocas luces, que ha observado lo sucedido. Huye sigilosamente.

A partir de allí comienza para Raskólnikov -ese es su apellido- otro martirio: no lo carcome la culpa, sino el temor a ser descubierto. No le importan las vidas que arrebató, ni los bienes obtenidos. Esconde el dinero y no toca una sola moneda. Cree haber obrado con justicia. Solo le obsesiona no ser señalado como el homicida.

No está solo. Tiene a su madre y a su hermana que acaban de llegar a la ciudad, a su amigo Razumijin, pero también contrapartes, como Svidrigáilov, el patrón que había intentado seducir a hermana, el abogado Luzhin, que la pretendía, y miembros de la policía. Además, está Sonia, una joven que se entregó a la prostitución para evitar que su familia muera de hambre y aparece como una figura providencial en la vida de Raskólnikov.

Los diálogos -que dominan la obra- y las acciones nos proponen una novela psicológica donde quedan expuestos los pensamientos y sentimientos de los personajes. El relato gira alrededor del asesino, cuyo narcisismo sobrevuela toda la obra. A riesgo de equivocarnos, nos parece que hay personajes que operan como representaciones; por ejemplo, la madre y la hermana aparecen como los mandatos o Sonia como la conciencia.

Los diálogos con Porfirio Petróvich, un juez de instrucción, ocupan un lugar preponderante; al mejor estilo de el gato y el ratón, en ellos se libra una extraordinaria batalla psicológica. También son magníficas la escena de la cena funeraria en casa de la madrastra de Sonia y el último diálogo entre el protagonista y Svidrigáilov.

Raskólnikov cree ser superior al resto y, por lo tanto, con derechos extraordinarios. Su propia comparación con Napoleón expone su megalomanía. Sin embargo, es imposible determinar cuánto influyen en su crimen el hambre, las penurias y, sobre todo, la fiebre que lo muestra no solo como un hombre desesperado sino enfermo. Hasta el final el lector no sabrá el desenlace: si lo detienen, si se entrega, si huye o si queda descartado pues otro ha confesado como propio su crimen.

Compuesta por el ruso Fiódor Dostoievski en seis partes más un epílogo, esta novela se publicó originalmente en 1866 por entregas en la revista “El mensajero ruso”; luego fue lanzado el libro. En una carta Ernesto Sábato escribió “En la obra de Dostoievski Dios lucha con el diablo y el campo de batalla es el corazón del hombre”[1]. Esa pelea se disputa en “Crimen y castigo”, donde ángeles y demonios pujan frente a una mente entenebrecida.

UNA BREVE OBSERVACIÓN CLÍNICA SOBRE LA EMOCIONALIDAD DEL PROTAGONISTA

Muchos suponen que lo opuesto a la depresión es la euforia. Desde el punto de vista médico eso es incorrecto, pues ambas constituyen un estado extremo de las emociones conocido como hipertimia. La enfermedad bipolar, caracterizada por el paso repentino de la depresión a la euforia y de la euforia a la depresión, muestra al paciente en un permanente estado hipertímico. Lo contrario a la hipertimia es la atimia: la ausencia de emociones. La indiferencia afectiva severa se observa en pacientes bajo el efecto de ciertas drogas o con cuadros esquizofrénicos. En general, la mayoría de las personas nos encontramos en eutimia, que es un estado de equilibrio emocional dinámico, pero alejado de los extremos.

¿En qué estado emocional se encuentra Raskólnikov, el personaje de “Crimen y castigo”? Definitivamente se encuentra hipertímico. El lector no debe engañarse con sus silencios, su postración o su supuesta indolencia o apatía. Emocionalmente no es indiferente a lo que le sucede. Todo lo contrario: su tono emotivo está muy alto y por eso no puede controlarlo. Eso de ningún modo mengua su responsabilidad, pues puede dirigir sus acciones y comprender la criminalidad de sus actos.

© Pablo R. Bedrossian, 2022. Todos los derechos reservados.


REFERENCIAS

[1] Zemskov, Valeri, “Memorias del subsuelo” en “Ernesto Sabato: ‘lo mejor de’”, Russia Beyond, 24/06/2011, https://es.rbth.com/articles/2011/06/24/ernesto_sabato_lo_mejor_de_12487

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