LA CATEDRAL ARMENIA DE MOSCÚ (por Pablo R. Bedrossian)

Serie ARMENIOS EN EL MUNDO

No se sabe con certeza cuántos armenios viven en Moscú. Algunos dicen que la cifra alcanza el millón. Sea cual sea el dato correcto, eran muchos los armenios que ansiaban en esa ciudad una catedral de su propia iglesia. El sueño se materializó en 2013, al consagrarse el flamante templo con el nombre de “Iglesia de la Transfiguración del Señor”.

Se trata de un conjunto de edificios color rosa suave, ornamentado con numerosos símbolos de la armenidad, incluida una jachkar. Además del edificio principal, cuenta con una escuela donde se enseña el milenario idioma nacional, una colección de reliquias y la residencia episcopal, conformando no solo un complejo religioso sino también cultural.

Durante nuestra visita asistimos a una conmovedora misa. Parecía que estábamos pisando la sagrada tierra de la Madre Patria.

El jefe del proyecto fue el arquitecto Artag Gulian quien, al ser entrevistado en la inauguración declaró: “No es un edificio vanguardista. Respeté la tradición, pero le añadí un toque moderno. Es alta y esbelta, como los edificios que la rodean. Moscú es una gran capital, así que la catedral armenia no debe desentonar”[1].

Entre los materiales utilizados se encuentran la toba, el granito y el mármol travertino. La toga rosada traída de Armenia recubre externamente todos los edificios. La catedral tiene una altura de 58 metros con una cúpula central de 21 metros de diámetro y una capacidad para 1,000 asistentes.

Para los armenios, nación y fe cristiana están tan estrechamente entrelazados que son las bases de su identidad. La heroica Iglesia Apostólica Armenia fue establecida en 301, aún antes que el Imperio Romano adoptara al cristianismo como religión oficial. A lo largo de los siglos sobrevivió a terribles persecuciones de toda índole y se puede decir que en ella se cumplió la promesa Jesús le dijo al apóstol Pedro “Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”[2].

En su inauguración, el diácono Ezras Nersisian sostuvo “el principal mandamiento de nuestro Salvador es el amor a los seres más cercanos. Ese mandamiento ha arraigado en nuestro pueblo y precisamente gracias a la comprensión de esas palabras la diáspora armenia es una de las más sólidas y ampliamente propagadas en todo el mundo: sabemos amar al prójimo y ser agradecidos»[3].

ACERCA DE LAS RELACIONES ARMENIAS – RUSAS

Las relaciones entre Armenia y Rusia tienen una larga historia. En el siglo XVIII ya había un buen número de armenios establecidos en Rusia que vivían dedicados a la actividad comercial. En 1828 gran parte de Armenia dejó de pertenecer al imperio persa para quedar en poder del zar Nicolás I; en ese momento 30,000 armenios emigraron a Rusia. Si bien al año siguiente esa nación devolvió la mayor parte del territorio armenio al imperio otomano, conservó bajo su control una parte en la zona oriental, que se conoció como la Armenia rusa.

En 1877 Rusia volvió a avanzar y tomó territorios en la parte occidental de Armenia. Sin embargo, los acuerdos de paz firmados restringieron su rol a garantizar la seguridad de los armenios bajo el imperio otomano. Un año después, Gran Bretaña y Austria obligaron a Rusia a retirarse de casi todo el territorio conquistado, solo quedando la Armenia del este bajo su poder. Para complicar la situación, el zar Alejandro II (quien ocupó el lugar de su padre, el Alejandro I, asesinado en 1881), sustituyó la política reformista de su padre por una despótica y centralizadora que exigía la completa sumisión de las minorías nacionales que conformaban su imperio. Ese impulso nacionalista fue acompañado de un creciente racismo. Por ejemplo, en 1885 fueron cerradas las escuelas de Armenia y, aunque fueron reabiertas al año siguiente, las autoridades impulsaron la enseñanza del idioma ruso en lugar del armenio; también se empezó a perseguir a la Iglesia Armenia.

La reacción nacionalista armenia comenzó a germinar. En 1897 el zar Nicolás II, nieto del mencionado Alejandro II, nombró a un gobernador que ordenó el cierre de los periódicos, las asociaciones culturales y las escuelas armenias y en 1903 confiscó las propiedades de la Iglesia Apostólica Armenia. Semejante arbitrariedad unificó a los armenios que hasta ese momento estaban divididos y se inició una suerte de guerra civil contra los invasores rusos (que hasta ese momento habían sido considerados un mal menor en comparación con los imperios persa y otomano). Su corolario fue la revolución de 1905, con huelgas y otras medidas de fuerza en la zona del Cáucaso, incluyendo luchas étnicas entre armenios y azeríes, que persuadieron al zar a hacer un drástico giro en su política para la región, poniendo a cargo un gobernador tolerante que, incluso, devolvió los bienes a la Iglesia Armenia.

Con el inicio de la Primera Guerra Mundial y del genocidio armenio perpetrado por los turcos, la Armenia oriental, ocupada por los rusos, recibió una enorme cantidad de sobrevivientes. Complicando aún más la situación, la revolución bolchevique terminó con el zarismo. En 1918 se declaró la frágil República Democrática Armenia, que desapareció en 1920 cuando el Ejército Rojo la invadió, violando tratados internacionales, como el Tratado de Sèvres, que las grandes potencias no tenían intenciones de hacer cumplir. A partir de allí Armenia quedó en manos los comunistas soviéticos.

Desde 1922 a 1936 Armenia integró junto a Georgia y Azerbaiyán un verdadero engendro: la República Federal Socialista Soviética Transcaucásica, que reunía a países que tenían enormes diferencias entre sí, más allá de la continuidad geográfica. Si bien preservó a los armenios del este del genocidio, fue un intento de quebrar su identidad. La Iglesia Apostólica Armenia fue cruelmente perseguida (incluyendo el asesinato de un catholicós), pues era sabido que la fe cristiana -como el idioma armenio- unía al pueblo, le daba identidad y constituía una fuerza de resistencia frente a los intentos de sometimiento.

El Premio Nobel Alexander Solyenitzin denunció en “Archipiélago Gulag” los millones de víctimas del régimen soviético entre 1917 y 1959, buena parte de ellas bajo Stalin. En 1936, este cruel dictador y asesino comenzó una limpieza étnica en el Cáucaso. Impuso una política de terror donde hubo deportaciones a Siberia, asesinatos de líderes comunitarios y exilios forzados. La llegada de la Segunda Guerra Mundial interrumpió este proceso, donde los armenios se batieron heroicamente contra los nazi, conformando 89ª División Soviética llamada Tamanyan, entre los cuales hubo varios combatientes que, por su valentía, fueron declarados Héroes de la Unión Soviética.

Tras la muerte de Stalin en 1953, ascendió al poder Nikita Krustchev, quien dio un giro importante hacia las minorías étnicas dentro la Unión Soviética, trayendo alivio a años de persecución y sufrimiento. Dio una mayor apertura religiosa y permitió el desarrollo económico y cultural de los armenios. El resto de la historia es mejor conocida. Durante el gobierno de Mijail Gorbachov, bajo cuyo mandato fue disuelta la Unión Soviética, Armenia cumplió todos los requisitos para su definitiva independencia en 1991.

© Pablo R. Bedrossian, 2021. Todos los derechos reservados.


REFERENCIAS

[1] Ortega, Ignacio, “La Iglesia más antigua del mundo ya tiene catedral en Moscú”, Rusia Beyond (Rossíiskaia Gazeta); fuente: agencia Efe), 24/09/2013 https://es.rbth.com/noticias/2013/09/24/la_iglesia_mas_antigua_del_mundo_ya_tiene_catedral_en_moscu_32511

[2] Evangelio de Mateo 16:18

[3] Ortega, Ignacio, artículo citado.


El autor de esta nota durante su visita a la catedral armenia e Moscú.


CRÉDITOS MULTIMEDIA

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