Hace muchos años leí un artículo titulado “Marketing de la Experiencia”. Planteaba que el marketing tradicional ignoraba un segmento de notable crecimiento: El de los buscadores de experiencias. Para que haya un mercado, se necesitan oferta y demanda. Si la demanda la constituían todos aquellos que estaban dispuestos a pagar por una experiencia especial, la oferta la constituían todos aquellos que las ofrecían. El autor citaba como ejemplo los parques temáticos de Disney: Disney World, Epcot, MGM. El turismo, el cine o la visita a un museo se encuadran dentro de esta tendencia.
El marketing de la experiencia hoy se ha extendido a infinidad de campos, como la sexualidad y la religión. Esta expansión demuestra un notable crecimiento de la demanda, porque la oferta sólo surge cuando hay necesidades insatisfechas. Curiosamente, las experiencias de mayor demanda son las que producen sensaciones o efectos inmediatos.
Las experiencias de mayor demanda son las que producen sensaciones o efectos inmediatos.
¿Por qué las personas están más ávidas de experiencias instantáneas, incluso pagando por ellas? Cada uno puede formular su propia teoría, pero permítanme esbozar algunas ideas. La primera es que hay una gran insatisfacción en los modelos conocidos. La verdad ha muerto, dando lugar a las verdades, en plural, donde cada uno tiene que hallar la suya. Bajo esa premisa, la verdad no está en algún lugar, hecho o idea, sino en “lo que siento”.
La verdad ha muerto, dando lugar a las verdades, en plural, donde cada uno tiene que hallar la suya. Bajo esa premisa, la verdad no está en algún lugar o idea, sino en “lo que siento”.
Hoy el paradigma es “lo que siento es lo cierto”; entonces, busco sentir, sentir cosas fuertes; cada día quiero más, porque lo que he sentido ayer, ya no me basta. Sin proponérmelo, y quizás sin darme cuenta, me he vuelto un adicto a las experiencias. Un ejemplo es aquella persona que espera que el pastor o sacerdote, convertido en médium, a través de una oración le haga sentir “la presencia de Dios” o vivir una experiencia mística cada domingo. O aquella que mensualmente consulta a una astróloga para conocer el futuro, o aquel que consume drogas para sentirse libre de culpa, depresión o dolor. Cada día quiero sentir algo nuevo que me haga sentir mejor.
Hoy el paradigma es “lo que siento es lo cierto”; entonces, busco sentir, sentir cosas fuertes; cada día quiero más, porque lo que he sentido ayer, ya no me basta.
Desde luego todos necesitamos experiencias fuertes, pero la búsqueda continua de experiencias que instantáneamente resuelvan nuestras crisis o nos provean bienestar, está más cerca de la magia que de la razón.
La búsqueda continua de experiencias que instantáneamente resuelvan nuestras crisis o nos provean bienestar, está más cerca de la magia que de la razón.
En mi opinión, revelan un profundo vacío, que sólo puede llenar “la verdad”, y no “mi verdad”. Precisamente para encontrarla, y enfrentar nuestros problemas, es importante comprender que la mayoría de nuestros avances son fruto de procesos y no tanto de experiencias intensivas. Esos procesos a veces son dolorosos y requieren tiempo. Ponen a prueba nuestra paciencia y nuestros límites, pero una vez completados, su fruto es permanente y poderoso.
La mayoría de nuestros avances son fruto de procesos y no tanto de experiencias intensivas. Esos procesos a veces son dolorosos y requieren tiempo.
Por ello, la experiencia más asombrosa es la de todos los días, aprendiendo, luchando, sirviendo y creciendo, pero siempre caminando hacia delante.
© Pablo R. Bedrossian, 2016. Todos los derechos reservados.
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