DETECTORES DE MENTIRAS: CUATRO EJEMPLOS INGENIOSOS (por Pablo R. Bedrossian)

No se sorprenda si no puede detectar quién dijo la verdad. Es muy difícil descubrir cómo realmente sucedieron los hechos; al intentarlo muchas veces nos internamos en un callejón sin salida. Ante escenarios de tanta incertidumbre, la herramienta más valiosa que tenemos es el pensamiento, porque la deducción y la imaginación trabajando unidas, han logrado en reiteradas ocasiones proveer los medios para explicar lo acontecido.  

Detectores de Mentiras 01Cuando no hay una confesión, un crimen sólo puede establecerse por las evidencias y los testigos. Las ciencias forenses vienen creciendo quizás por la desconfianza natural en muchos testimonios, influenciados por el miedo o el dinero. Por supuesto, la reconstrucción de los hechos es mucho más compleja que lo que muestran las series televisivas de CSI, y los resultados de las pruebas muchas veces son insuficientes. Además, aunque hoy cada vez disponemos de un mayor número de cámaras en lugares públicos, negocios y casas particulares, pareciera que no se utilizan para prevenir o documentar el delito sino para multar al conductor que comete una infracción o descubrir con quien anda el vecino.

Mientras la verdad permanece oculta entre mentiras, intereses y dudas, nos movemos por una cornisa de suposiciones y conjeturas. Pero, veamos cuatro ejemplos, que nos muestran cómo simplemente pensar nos ayuda a revelarla.

El caso de las dos madres que reclamaban el mismo hijo

Todos seguramente conocemos el caso presentado ante el Rey Salomón, considerado el máximo sabio entre los reyes de origen hebreo. Dejemos que el texto hable por sí mismo:

“En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras, y se presentaron delante de él. Y dijo una de ellas: ¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer morábamos en una misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa. Aconteció al tercer día después de dar yo a luz, que ésta dio a luz también, y morábamos nosotras juntas; ninguno de fuera estaba en casa, sino nosotras dos en la casa. Y una noche el hijo de esta mujer murió, porque ella se acostó sobre él. Y se levantó a medianoche y tomó a mi hijo de junto a mí, estando yo tu sierva durmiendo, y lo puso a su lado, y puso al lado mío su hijo muerto. Y cuando yo me levanté de madrugada para dar el pecho a mi hijo, he aquí que estaba muerto; pero lo observé por la mañana, y vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz. Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey.  El rey entonces dijo: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: No, mas el tuyo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Y dijo el rey: Traedme una espada. Y trajeron al rey una espada. En seguida el rey dijo: Partid por medio al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra. Entonces la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: ¡Ah, señor mío! dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis. Mas la otra dijo: Ni a mí ni a ti; partidlo. Entonces el rey respondió y dijo: Dad a aquélla el hijo vivo, y no lo matéis; ella es su madre. Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar”[1].

El rey Salomón puso a prueba a ambas mujeres. Observó la reacción de cada una. Entendió que aquella que renunciaba a su reclamo lo hacía a favor de un interés superior: prefería perder la maternidad del bebé que a su hijo. Hoy, que se pone tanto énfasis en el móvil de un crimen, la reacción moral de los involucrados ante planteos inesperados pueden señalar o descartar su autoría.

La bebida de la verdad

Detectores de Mentiras 03El “detector de mentiras” o polígrafo es un dispositivo que registra y mide cambios en el organismo -tales como frecuencia cardíaca o la conductancia de la piel por aumento de la sudoración- durante un interrogatorio. Cada pregunta opera como un estímulo que produce una reacción fisiológica automática e inconsciente. Dicho de otro modo, no hace falta que la persona conteste para que la máquina detecte su respuesta, que no es verbal, sino química. A pesar que no ha sido validado científicamente, su funcionamiento tiene cierto rigor lógico, y permite, sea por sugestión o por percepción, inferir datos acerca de la veracidad de ciertas afirmaciones.

El polígrafo es un invento relativamente moderno, nacido poco antes de 1940. ¿Existían detectores previamente? Cierta vez escuché que una tribu sudamericana  contaba con una prueba infalible para determinar si un acusado de homicidio era  el culpable. Para ello le daban a beber un jugo mortífero. Si era inocente, le persona sobrevivía sin problema alguno; si mentía, inexorablemente fallecía. Los indígenas creían en este procedimiento jurídico, pues intuitivamente correlacionaban los resultados de la prueba con los hechos. Como aparentemente el método funcionaba, alguien con conocimiento científico se ocupó de dilucidar lo que ocurría, que en apariencia era pura superstición. Descubrió que, tal como el detector de mentiras moderno, estaba vinculado a la fisiología. El líquido contenía un veneno, un tipo de curare. Cuando la persona era inocente lo bebía sin temor alguno; al llegar el brebaje al estómago, el jugo gástrico de inmediato lo destruía. Pero si la persona era culpable, conociendo las consecuencias, retenía en su boca la bebida, lo que hacía que fuera absorbida por las venas sublinguales (tal como sucede hoy con algunos medicamentos que se administran debajo de la lengua) pasando directamente al torrente sanguíneo. Desde allí el veneno producía su efecto letal al actuar como bloqueante en la unión neuromuscular, llevando al paro respiratorio y a la muerte.

Lenguaje corporal

Detectores de Mentiras 05Aun en silencio nos comunicamos. Si ante una pregunta nos cruzamos de brazos, expresamos incomodidad; si nos tocamos la zona de la boca o nos rascamos la nariz –dicen los especialistas- probablemente estemos afirmando que nuestra respuesta verbal es una mentira. Nuestro cuerpo habla y hay expertos en este tipo de metamensaje, como el Dr.Paul Ekman, cuyos trabajos, que leí hace más de una década, inspiraron el personaje del Dr. Cal Lightman (encarnado por Tim Roth) de la serie de TV “Lie to me”.  Desde luego, los abogados, sagaces en el arte de indagar, siempre observaron el comportamiento no verbal de los testigos para elegir en qué momento intimidarlos. Pero, aun careciendo de esa formación profesional, es posible “leer” un comportamiento, tal el caso que aparece en “El Psicoanálisis”[2], uno de los cuentos de Velmiro Ayala Gauna, que comienza de un modo provocativo y no está exento de buen humor:

“En el amplio rancho donde funcionaba la comisaría de Capibara-Cué, se encontraban, en la mañana de un cálido verano, los más distinguidos representantes de la autoridad policial lugareña, vale decir, don Frutos Gómez, el comisario; Luis Arzásola, el oficial sumariante, y el cabo Leiva, amén de un agente que cebaba mate para los tres primeros. La conversación, aburrida por falta de temas, se arrastraba de silencio en silencio, cuando Arzásola, de pronto, interrogó:

— ¿Conoce usted el psicoanálisis, don Frutos?

— No, m’hijo… Ese circo nunca vino por acá.”

Se enteran que don Casiano, el resero, había quedado malherido durante un asalto. Tras la pesquisa correspondiente detienen a dos sospechosos. Dejemos que el relato nos hable:

“Eran dos peones que habían conducido una tropa de hacienda para el carnicero y luego habían permanecido en el pueblo a la espera de otra ‘changa’. Los dos habían estado en el negocio jugando al monte la noche anterior y salido con intervalos de minutos, un rato antes que don Casiano, y sus explicaciones no eran muy satisfactorias. Uno decía que como había perdido todo lo que llevaba encima había ido hasta donde se alojaba a buscar más dinero y que, al volver, encontró el negocio cerrado por lo cual volvió a dormir. El otro dijo que después que perdió los veinte pesos que se había propuesto arriesgar esa noche y para no caer en la tentación salió a caminar y se estuvo un rato largo sentado sobre una piedra a orillas del río. Ninguno, sin embargo, pudo citar testigos o presentar pruebas en favor de su aserto.”

Finalmente, don Frutos le pregunta al oficial Arzásola, como funciona el psicoanálisis:

“— ¿Y cómo pa trabaja el sircoanálisi ése que decís vos?…

— En lo sustancial no es sino el estudio de las palabras o de los actos que dicen o realizan las personas en forma inconsciente, para relacionarlas con un hecho determinado.

— ¡…Cha que sos difísil. m’hijo! ¿Y qué pa e’inconsciente?…

— Lo que se hace sin pensar, en forma habitual y automática…, casi por costumbre, como usted, por ejemplo, cuando está preocupado, se tira de la barba…

— ¡Ajá!…

— Con esos actos el individuo, sin querer, se traiciona y suelta cosas ocultas.

Don Frutos pensó un rato y dijo:

— ¿Sabés que tenés razón, m’hijo? Mirá, no te preocupés má y dejame a mí que yo le voy a aplicar el sircoanálisi. A mí también me gusta el progreso.

Arzásola suspiró resignado y mansamente aceptó.

— Como usted quiera, don Frutos.

La siesta fue calurosa en extremo y los dos detenidos se desesperaban pidiendo agua al inmutable cabo o a los inconmovibles agentes.

Cuando después de su larga siesta apareció don Frutos en el local, ya lo estaba esperando Leiva.

— Mirá —dijo el viejo al cabo—. Andá a traerme unas naranjas, un plato y un cuchillo.

Cuando tuvo las cosas pedidas en su poder, el comisario acomodó sobre la mesa una naranja en un plato y a su lado colocó el cuchillo.

— Hacé pasar al más flaco —ordenó después.

El detenido vino y se quedó esperando, pensando en la clase de suplicio a que sería sometido.

— Sentate allí —invitó don Frutos— y tomate esa naranja. Dispués vamos a hablar.

Brillaron los ojos del sediento al oírlo y después de sentarse empezó a pelar la dorada esfera con todo cuidado, luego la succionó golosamente hasta la última gota, colocando las semillas en el plato.

— Ponete en el rincón y esperá —le dijo don Frutos enseguida.

Mandó al cabo que limpiase el plato y colocara sobre él una naranja y el cuchillo como antes.

Cuando el otro sospechoso oyó la invitación, se arrojó sobre la fruta, le arrancó un pedazo de cáscara de un mordisco y empezó a chuparla a los estrujones.

— Éste es… —sentenció don Frutos—. Metelo otra vez en el calabozo.

Después, dirigiéndose al del rincón, se disculpó:

— Perdoná, m’hijo, l’encerrona, pero tenía qu’encontrar al culpable y vos no tenías a naides que te hubiera visto junto al río, como dijiste. Andate nomás.

Arzásola, que no salía de su asombro, interrogó atónito:

— Pero, don Frutos, ¿cómo puede resolverlo con tanta seguridad? ¿Y si se equivoca?…

— ¡Qué me voy a enquivocar, m’hijo! El sircoanálisi no engaña…

— No entiendo, comisario.

— Sos lerdo, muchacho. ¿No les viste tomar naranjas a esos dos?

— Sí…

— Y güeno, el primero, a pesar de haber pasado desde ayer a la tarde sin probar agua, no se impacientó, peló la fruta con calma y puso las semillas en el plato; el otro, en cambio, anduvo a los empujones, se atropelló todo y tiró las cáscaras y semillas donde cayeran.

— ¿Y eso qué tiene que ver con don Casiano?…

— Que el que lo golpeó fue un atropellado que de puro nervioso le erró el garrotazo a la cabeza y le pegó solamente de refilón; dispués, de apurao, apenas si lo revisó por arribita y se jué… Perdé cuidado que si el culpable hubiera sido el primero no le fallaba ni un negro’e uña y luego le hubiera sacao hasta las medias pa ver si no tenía escondido algo. Estos tipos sin yel, tranquilos como agua’e tanque, son una cosa seria cuando les da por hacerse los malandras.

La torpeza hija del miedo

Detectores de Mentiras 06Nuestras actitudes muchas veces nos delatan. No me refiero ahora al lenguaje corporal sino a esas acciones conscientes y voluntarias por las que pretendemos mitigar las consecuencias de nuestros actos, y que por ingenuidad, premura o estupidez, revelan nuestra culpabilidad. Hace poco tiempo, mi hermano Alejandro rescató un magistral ejemplo que Domingo Faustino Sarmiento incluyó en “Facundo”, aquella obra cuyo personaje excluyente es el “Tigre de los Llanos”:

“Es inagotable el repertorio de anécdotas de que está llena la memoria de los pueblos con respecto a Quiroga; sus dichos, sus expedientes, tienen un sello de originalidad que le daban ciertos visos orientales, cierta tintura de sabiduría salomónica en el concepto de la plebe… Entre los individuos que formaban una compañía (de soldados), habíase robado un objeto, y todas las diligencias practicadas para descubrir el ladrón habían sido infructuosas. Quiroga forma la tropa, hace cortar tantas varitas de igual tamaño cuantos soldados había; hace enseguida que se distribuyan a cada uno; y luego, con voz segura, dice: ‘Aquél cuya varita amanezca mañana más grande que las demás, ése es el ladrón’. Al día siguiente fórmase de nuevo la tropa, y Quiroga procede a la verificación y comparación de las varitas. Un soldado hay, empero, cuya vara aparece más corta que las otras. ‘¡Miserable!’, le grita Facundo con voz aterrante, ‘¡tú eres!…’ y en efecto él era; su turbación lo dejaba conocer demasiado. El expediente es sencillo; el crédulo gaucho, temiendo que efectivamente creciese su varita, le había cortado un pedazo»[3].

Detectores de Mentiras 04Un viejo proverbio que dice ““Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león”[4].

Estas son historias que iluminan nuestro camino. El ingenio, maravillosa facultad del pensamiento, es una herramienta con frecuencia más poderosa que cualquier testimonio o hallazgo forense, si aprendemos a utilizarlo sin dejarnos llevar por las primeras impresiones.

© Pablo R. Bedrossian, 2014. Todos los derechos reservados.


NOTA: ACERCA DE LOS TEXTOS

Tres relatos fueron copiados textualmente: el de Salomón, el Ayala Gauna y el de Sarmiento, conservando errores ortográficos o gramaticales, modismos populares y expresiones locales. La única cita que no encontré es el de «suero de la verdad». Creo que es un hecho verdadero y debe estar documentado por algún investigador o viajero.


REFERENCIAS

1] 1º Libro de los Reyes 3:16-28, Santa Biblia, RVA (revisión 1960), Sociedades Bíblicas Unidas

[2] No tengo una edición impresa; tomé el texto del sitio web http://alejandriabibliotecadigital.blogspot.com/2009/08/el-psicoanalisis.html

[3] Sarmiento, Domingo F., “Facundo”, 1845, editado por ElAleph.com, ©1999, descargado de http://www.educ.ar

[4] Proverbios 28:1, Santa Biblia, RVA (revisión 1960), Sociedades Bíblicas Unidas

 


CRÉDITOS MULTIMEDIA

Ninguna me pertenece y no he logrado ubicar a sus autores.

 

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