EL PASAJE LA PORTEÑA, LA ESCUELA FADER Y EL TÚNEL QUE LA COMUNICA CON LA BASÍLICA (por Pablo R. Bedrossian)

Serie “PASAJES Y CALLES CURIOSAS DE BUENOS AIRES”

¿Alguna vez se preguntó por qué en el corazón de Flores, entre la avenida Rivadavia al 7231 y la calle Yerbal 2730, hay una calle de una sola cuadra que rompe la cuadrícula de la zona? Lo invitamos a conocer la historia del pasaje La Porteña.

EL ORIGEN

“Las Lilas” fue una casaquinta establecida antes de 1885 entre las actuales calles Condarco, Yerbal, Terrada y la avenida Rivadavia, que por aquella época se llamaban Chacabuco, Buenos Aires, Alsina y Camino Real respectivamente[1]. Según el experto Vicente Cutolo, originalmente era propiedad de la familia de Meeks[2]; desconocemos la fuente (no hemos encontrado ninguna que lo confirme). Sin embargo, todos los investigadores coinciden en que la propiedad a fines del siglo XIX pertenecía a la familia Agar. Según Horacio Molino, la quinta se llamó originalmente “Hollymount[3].

Mr. Robert Agar, inglés para algunos y escocés para otros, directivo del vecino Ferrocarril del Oeste, mandó a construir en ella una suntuosa mansión en estilo Tudor, que hoy ocupa la Escuela Técnica N° 06 Fernando Fader, cuya entrada se encuentra en La Porteña 54.  No hemos podido hallar quién fue el arquitecto que la diseñó.

Cerca de 1910 Los Agar vendieron la propiedad al Dr. Joaquín Gnecco (1868-1925), padre de la odontología legal argentina quien “refacciona íntegramente el escritorio y biblioteca… agregando un ascensor para elevarse a la pasarela superior que rodeaba todos los lados. Fue en ese tiempo una de las más completas bibliotecas privadas médico-científica del país, alcanzando más de 15.000 volúmenes. La casona era tan grande que tenía montado su consultorio y quirófano allí”[4].

EL NACIMIENTO

Desconocemos por qué la propiedad fue arrendada al Club de Flores, institución que entre 1918 y 1923 fija allí su sede; el acceso se realizaba por la avenida Rivadavia. Según el historiador Arnaldo Cunietti-Ferrando, en 1924, un año antes de la muerte del Dr. Joaquín Gnecco, la quinta, de excepcional ubicación, “se dividió en 29 lotes con un pasaje central que inicialmente se denominó Intendente Noel, y más tarde La Porteña. Se subastaron el domingo 9 de noviembre de 1924, con un 20% al contado y el resto a uno, dos, tres y cuatro años de plazo”[5]. El mismo historiador repite en otra obra que el pasaje La Porteña fue abierto en 1924 dando un nuevo acceso por esa vía a la mansión estilo Tudor[6], también conocida como Palacio Las Lilas.

En 1926, el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública adquirió la casona a doña María Teresa Bermúdez, viuda de Gnecco, y en 1927 inauguró allí la Escuela Profesional Nº5 de Artes Decorativas y Aplicadas Fernando Fader, predecesora de la actual.

EL PASAJE

En la única cuadra del pasaje La Porteña no hay edificios; solo viviendas de una, dos o tres plantas. Del lado izquierdo, la mayor parte de la cuadra la ocupa la Escuela Fader, oculta parcialmente por un largo paredón decorado con coloridos murales. Se destaca un mosaico con la técnica del maestro Manino Santamaría, quien ha brindado en su taller jornadas de formación artística a los alumnos.

Del lado derecho, las casas tienen un estilo definido; sin embargo, predomina el color gris tiza o la cal blanca. Varias fachadas muestran detalles art nouveau.

Quizás la construcción más llamativa sea una vivienda en la mitad de la cuadra, con diseño art déco. Cuando visitamos el pasaje por última vez, lucía un llamativo color amarillo mostaza.

Tras una remodelación en 2013[7], las aceras se encuentran a la misma altura de la calzada, de la cual está separada por una serie de bolardos color negro. Están iluminadas por farolitos cuya base nace en el piso y se abren como una flor o una copa.

EL NOMBRE

El pasaje abierto en 1924 fue conocido originalmente Noel (según la cita que hicimos de Cunietti-Ferrando, Intendente Noel, probablemente homenajeando a quien, por aquel entonces, era el intendente de la Ciudad de Buenos Aires, Carlos M. Noel).

Poco después pasó a denominarse formalmente Faraday, en honor del famoso físico y químico inglés, por la Ordenanza N° 1.424 del 30/12/1925. Pasados seis meses, recibió su nombre actual, La Porteña, en recuerdo a la primera locomotora que circuló por Buenos Aires, por la Ordenanza N° 1.696 del 30/6/1926[8].

EL MAPA DEL TESORO

Cuando visitamos alguna calle o edificio curioso buscamos historias ocurridas en el lugar. Como siempre decimos, muchas veces suenan más a mitos y leyendas que a sucesos reales, pero, como la realidad supera a la ficción, es difícil negar su autenticidad.

Los hechos que pasamos a relatar nos fueron referidos por un vecino de avanzada edad, nieto de uno de los protagonistas. Por aquel entonces, durante la década del ’30, un alumno encontró cerca del aljibe que aún existe en la Escuela Fader el mapa de un supuesto tesoro. Era un dibujo que parecía muy antiguo; estaba hecho a mano sobre un cartón percudido por el paso del tiempo. Lo compartió con sus compañeros de mayor confianza, entre ellos el abuelo del anciano. Algunos reaccionaron con escepticismo, pero la mayoría adhirió con entusiasmo a la búsqueda. Calcaron el mapa y, sin decirle de qué se trataba, se lo presentaron al profesor de geografía para que les ayudara a encontrar la ubicación. El hombre mostró interés y dijo que al día siguiente les contestaría.

Muchos ya se sentían millonarios, confiando que el tesoro contendría monedas o joyas de la época colonial, cuando Flores era un caserío donde las carretas se detenían camino a Luján. Sin embargo, uno de ellos dijo algo que los congeló:

– ¿Qué pasa si el maestro se da cuenta que se trata de un tesoro y decide ir a buscarlo?

Al día siguiente recibieron la respuesta. Era un antiguo plano de Flores. Según el docente les indicó, el sitio marcado en el mapa se hallaba dentro de un lote que daba a la calle Terrada, ubicado del otro lado de las vías del tren. Con notable ingenuidad les preguntó:

– ¿Qué esperan encontrar allí?

 Tras un breve silencio, alguien dijo:

–  No lo sabemos, pero vamos a averiguarlo.

Esa misma tarde se reunieron y cargaron palas y bolsos para los tesoros. Al llegar constataron que era un terreno baldío con abundantes malezas. Con un metro establecieron el lugar exacto. Justo allí había unas piedras. Tras removerlas notaron que la tierra parecía más blanda que en el resto del solar. Sin detenerse, comenzaron a cavar. La expectativa era creciente. Al llegar a unos cincuenta centímetros de profundidad se oyó un ruido metálico, resultado del choque del filo de una pala con una superficie dura. Uno de los estudiantes no pudo contenerse y exclamó:

– ¡El tesoro! ¡El tesoro!

El que levantaba la perdiz recibió unos buenos coscorrones. Volvieron a concentrase en el hoyo. Quitaron la tierra y observaron un cofre oscuro y oxidado. Las pupilas se dilataron mientras los latidos se aceleraban. El tesoro se hallaba al fin delante suyo, aguardando por ellos. Sin demora lo abrieron. La sorpresa fue mayúscula cuando en el interior hallaron solamente un papel doblado; tras abrirlo leyeron “el trabajo es la base de la fortuna”. Quedaron como globos desinflados. Alguno lanzó imprecaciones al aire, mientras otros meneaban la cabeza o se mordían los labios. Desde la vereda de enfrente, oculto tras un árbol, el profesor de Geografía observaba la escena, sonreía y se frotaba las manos.

EL ALJIBE Y LOS TÚNELES

En el patio de la Escuela Fader sobrevive un hermoso aljibe; debajo suyo se encontró una cisterna cilíndrica, a la cual que se llega mediante una ancha escalera que gira en torno a ella. La cisterna recogía agua de los techos y patios mediante una serie de albañales[9] (conductos hechos de ladrillo); también se halló un pozo de decantación. Hemos leído que el piso era de baldosas de Marsella. Todo el espacio subterráneo que formaba parte del sistema de desagüe supera los dos metros de diámetro y en algunos lugares los cinco de alto[10].

También en el sótano, vedado a los visitantes, se ha descubierto un misterioso túnel que tras recorrer varias cuadras comunica la escuela con la Basílica de San José de Flores. Según el video que está debajo, producido por el Museo Barrio de Flores (en Instagram museobarriodeflores; en Facebook, Museo Barrio de Flores), dos teorías se proponen para explicar su función: la primera, que servía para ocultarse de los malones que azotaban la zona y encontrar resguardo en la iglesia; la segunda, que había sido cavado para asistir a misa los días de grandes lluvias a fin de evitar el espeso barro que se formaba en las calles de tierra. Hay otros que postulan su uso como calabozos donde engrillaban a los esclavos de mal comportamiento, aunque sería anacrónico con la fecha de construcción de la casona. Nadie sabe quién construyó el túnel, ni cuándo. Por ahora solo hay conjeturas.

También se dice que hay un túnel que comunica la escuela con el ferrocarril, pero a la fecha no se ha hallado evidencia que lo confirme.

© Pablo R. Bedrossian, 2023. Todos los derechos reservados.


REFERENCIAS

[1] Sin firma, “Palacio Las Lilas – Aspecto histórico” https://buenosaires.gob.ar/areas/educacion/escuelas/escuelas/media/tecnica/tecnica06/historia.htm

[2] Cutolo, Vicente Antonio, “Buenos Aires: historia de las calles y sus nombres”, Editorial Elche, Buenos Aires, 1988, p.668

[3] Molino, Horacio, “La historia que une una gran mansión, un actual colegio y los túneles de Flores”, Flores de Papel | El periódico de San José de Flores, 12/03/2021, https://floresdepapel.com.ar/la-historia-que-une-una-gran-mansion-un-actual-colegio-y-los-tuneles-de-flores/. Este nombre se lo da también el Boletín Digital 12, de la Comisión para la preservación del patrimonio histórico cultural de la Ciudad de Buenos Aires, Octubre 2003, p.6

[4] Heit OFJ. Y colaboradores, “Prof. Dr. Joaquín V. Gnecco (1868-1925). Padre de la Odontología Legal Argentina”. Rev Asoc Méd Foren Rep Arg. 42(63);35-38:2019.

[5] Cunietti-Ferrando, Arnaldo.J., “San José de Flores”, Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, 1977, citado en Sin firma, “Palacio Las Lilas – Aspecto histórico” (ver referencia 1)

[6] Cunietti-Ferrando, Arnaldo.J., “San José de Flores”, Fundación Banco de Boston, 1991, p.37

[7] Sin firma, “Siguen las obras en el Pasaje La Porteña”, Buenos Aires, Jefatura de Gabinete, Atención Ciudadana y Gestión Comunal, Gestión Comunal, Comuna 7, 16/9/2013, https://buenosaires.gob.ar/noticias/siguen-las-obras-en-el-pasaje-la-portena

[8] Piñeiro, Alberto Gabriel, “Las calles de Buenos Aires, sus nombres desde su fundación hasta nuestros días”, Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, 2ª Edición, 2005, p.452

[9] Quizás para algunos lectores ahora tome sentido la frase “rata de albañal”, usada en la Argentina

[10] Molino, Horacio, Op. cit.; ver también Sin firma, “El aljibe del Colegio Fernando Fader (La Porteña 36)”, Centro de Arqueología Urbana, Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas «Mario J. Buschiazzo’, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires, 6/6/2011, actualizado 10/03/2017


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