CERTAMEN DE FRASES EN LOS AUTOBUSES (por Pablo R. Bedrossian)

Alcazar de Diego ColónHace unos meses fui invitado a integrar el jurado de un curioso concurso en Santo Domingo, la bella capital de República Dominicana. Frente a la Calle de las Damas, recorriendo una amplia explanada, llegué al alcázar de Diego Colón, hoy convertido en museo. Fuimos convocados para premiar la mejor frase pintada sobre un autobús (en Argentina, colectivo y en Estados Unidos simplemente bus), que debía forzosamente ser creación de su chofer.

LA LLEGADA

Llegaron participantes de casi todos los países de habla hispana y el jurado había sido cuidadosamente seleccionado. Lo integraban un manso y delicado representante del sindicato de camioneros del Paraguay, un intelectual venezolano de gruesos anteojos, una refinada dama boliviana con algunos kilos de exceso, y un mexicano alto, canoso y delgado que me decía que los chistes de argentinos eran injustos porque no existe nadie mejor que la gente de su país.

Una escultural morena dominicana nos acompañó a la sala de deliberaciones mientras hacía estallar globos rosados hechos con sus chicles. El venezolano de lentes vidrio de botella sólo me dijo:

–          Aunque mi vista no es perfecta, si a esta señorita se le afloja un bretel,  probablemente se caiga.

La boliviana lo miró enfadada.

–          ¿Cómo se atreve? ¿No ha aprendido nada en la Revolución Bolivariana?

–          Disculpe, sé de su trayectoria política y del peso que tiene.

La mujer buscó desesperadamente un bate de béisbol pero en la habitación no había ninguno. Entonces le susurré al oído:

–          Mi reina, no tiene sentido crear un conflicto entre dos naciones hermanas. Además no se le debe pegar a un hombre con anteojos. Para mí, usted es una sílfide.

Me miró desconcertada… creo que no sabía de qué le estaba hablando, si de sildenafil, si de sífilis o de alguna otra cosa rara, pero tras una pausa sonrío y dijo:

–          Ya tendré tiempo para vengarme de los dos.

El mexicano comenzó a hablar de las virtudes insuperables de su país mientras encendía un puro dominicano, bebía ron cubano y preguntaba si no había por allí señoritas colombianas; lo último ofendió a los anfitriones que insistían en defender su industria nacional.

LA COMPETENCIA

P1130194Luego del almuerzo el certamen estaba listo para comenzar. Llegaba una fresca brisa desde el río Ozama. La explanada se cubrió de coloridos autobuses con sus respectivos conductores que, habiendo sido seleccionados para representar a su país, se sentían dignos aspirantes al Premio Nobel de Literatura. 

La calidad de algunos textos me sorprendió. De todos modos, y por razones que podrán inferirse de la lectura, omito el país de procedencia de cada examinado.

Al principio, varios cayeron en lugares comunes, tales como “Te deseo el doble de lo que me deseas”, “Confirme con una leve sonrisa su preferencia amorosa por las personas del mismo sexo” o “Si el alcohol te hace perder el trabajo, deja el trabajo”, expresiones que por repetidas, no dejan de ser muestras de buen humor. Pero el concurso comenzó a mejorar cuando un viejo chofer que era manco presentó la suya: “Si necesita una mano, aquí encontrará dos”.

Un joven pelilargo posaba erguido frente a su vehículo, con la frase “No vote basura”. Pensando en el ingenio político le pregunté a quién se lo dedicaba. Mientras arrojaba al piso el envoltorio de un chocolate me dijo:

–          Al medio ambiente. Es mi mensaje solidario para que limpiemos las calles.

Nos miramos con los jurados mientras un asistente nos aseguraba que el participante había ganado un concurso regional de ortografía y que alguna vez había sido candidato a Secretario de Educación.

Luego llegó el turno a un hombre maduro. En su autobús amarillo y con enorme letras de molde llevaba escrito “Soy el Rey de Copas”. Le preguntamos si era fanático de Independiente, el equipo de fútbol argentino.

–          No, señó-. Si fuera del Rojo hubiera escrito “soy del Rey de Copas”.

Entonces nos hizo una guiñadita cómplice y explicó:

–          Siempre digo que es por el naipe de la baraja española…

–          ¿Entonces es por el alcohol?

–          No, señó, no… me dicen el Rey de Copas porque en casa soy el que lava toda la vajilla, sino la “bruja” me c… a palos.

Más allá de su castellano generoso, un jurado me susurró que con semejante mal ejemplo merecía otra corona, la fúnebre.

Se aproximaba el final. El último participante parecía aspirar al título. Su vehículo llevaba escrita la emotiva frase que Antoine de Saint-Euxpery eternizó en “El Principito”: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Estuve a punto de anticiparme y decirle que superaba a todos, cuando el gremialista paraguayo con voz aguda y perfumada expresó:

–           “¡Admirable! ¡Este chauffeur es ciego!”

LA DESPEDIDA

Luego de una breve discusión, acordamos otorgar el premio al que escribió: “Pase usted primero” porque representaba un revolucionario acto de cortesía y un ejemplo a seguir. Con el trofeo en la mano, el ganador nos confesó que la frase continuaba diciendo “pues delante hay un precipicio”, pero no pudo completarla por falta de espacio.

De todos modos, el premio ya estaba concedido y la frase decía lo que decía. Mientras el mexicano se peinaba usando su celular como espejo, el sindicalista paraguayo acarició el arete de su oreja derecha y confesó: los camioneros amamos a los conductores de pasajeros…  cuando no manejan”. Se retiró mientras alguien le abría la puerta de la limusina que había hecho traer especialmente desde su país.

Estaba despidiéndome del venezolano anteojudo cuando la dama boliviana se le acercó .

–          Por favor, ¿me permite sus gafas?

Sorprendido, el filoso filósofo chavista se las dio. Alguien le tocó el hombro. El bolivariano se dio vuelta y dijo:

–          ¿Sí?

Inmediatamente el Rey de Copas de un puñetazo lo derribó. Advertí que la boliviana estaba consumando su venganza así que decidí huir raudamente antes que me llegara el turno.  Corrí entre los autobuses y logré esconderme en uno de ellos que en el frente decía: “Siempre me encontrará”. En ese momento me di cuenta quién merecía ser el ganador.

© Pablo R. Bedrossian, 2014. Todos los derechos reservados.


CRÉDITOS MULTIMEDIA

Todas las fotografías fueron tomadas por el autor de esta nota y es el dueño de todos sus derechos.

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