BREVE RESUMEN COMENTADO DE “LA REPÚBLICA” DE PLATÓN: CONVERSACIONES EN BUSCA DE LA VERDAD (por Pablo R. Bedrossian)

Serie CONFIESO QUE HE LEÍDO

Título: “La República”

Autor: Platón

Año: 370 a.C. aproximadamente

Platón (427-347 a.C.) comenzó a escribir “La República” tras la muerte de Sócrates, su maestro, en el año 399 a.C. En la obra convierte a su mentor en personaje; lo muestra manteniendo conversaciones con amigos, conocidas literariamente como diálogos. En realidad, se trata de debates basados en la razón y no en la emoción (que ocasionalmente aflora en personajes como Trasímaco) sobre temas clave para las relaciones interpersonales y comunitarias: la ética y la política.

La obra está dividida en “libros”, equivalentes a capítulos. Se inicia con una discusión sobre la justicia entendida como darle a cada uno lo que le corresponde. Los participantes se preguntan qué beneficia más a los hombres, si la justicia o la injusticia y por qué debemos preferir una sobre otra. Sócrates se dedica más a cuestionar que a responder a sus interlocutores, los cuales plantean sus puntos de vista como amigos entrañables y, a la vez, como amantes de la verdad.  

Luego de realizar un escrutinio profundo del comportamiento personal se pasa al comportamiento social, la vida en la polis, la ciudad, identificando la importancia de los roles de cada ciudadano y la necesidad de una educación donde haya ideales. En ese sentido, aborrece a Homero por asignar en sus poemas conductas humanas a los dioses, cuando -según Platón en la voz de Sócrates– debería mostrarlos como modelos de perfección. Pide censurar todos los textos que presenten divinidades débiles, para que los humanos no justifiquen sus malos actos por ser reflejos de aquellos.

El libro III retoma el tema de la educación con el propósito de preparar a los guerreros[1]. Los guerreros deben ser como los perros: conocer a los amigos y reconocer a los enemigos. Propone censurar poetas y músicos a fin de evitar todo aquello que pueda causar miedo al más allá, pues cuando los jóvenes vayan a la guerra quedarán paralizados ante la posibilidad de una muerte inminente, en lugar de estar motivados a dar la vida por los demás ciudadanos. “Por tanto, no solo debemos ejercer vigilancia sobre los poetas, forzándoles a que nos presenten en sus versos hombres de buen carácter… sino que también hemos de vigilar a los demás artistas para impedirles que nos ofrezcan la maldad, el desenfreno, la grosería o la falta de gracia…”[2]. Su propósito es la formación de un carácter sensato basado en la razón, la belleza y la búsqueda de la perfección y no débil, licencioso o arrebatado. Para ello cree que disciplinas como la música y la gimnasia impartidas adecuadamente forjan el temple necesario para una vida recta.

De allí pasa a proponer cómo evitar la corrupción de los que poseen las armas, los guerreros, proponiendo una cantidad de acciones que incluyen la edad, la puesta a prueba y la prohibición de tener propiedades.

En el Libro IV insiste en que la base para el imperio de la prudencia, el valor, la templanza y la justicia en la ciudad reside en la educación y en los cuidados infantiles.

La justicia es que cada uno haga lo que le corresponde; sin embargo, afirma “pienso que, cuando un artesano u otro que su índole destine a negocios privados, engreído por su riqueza o por el número de los que le siguen o por su fuerza o por otra cualquier cosa semejante, pretenda entrar en la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en la de los consejeros o guardianes, sin tener mérito para ello… o cuando uno solo trate de hacer a un tiempo los oficios de todos, entonces creo, como digo, que tú también opinarás que semejante trueque y entrometimiento ha de ser ruinoso para la ciudad[3]. Pasa a partir de allí a abordar una cuestión crucial: el gobierno de la polis

En el capítulo 5 hace algunas propuestas revolucionarias. Postulando que cada persona debe cumplir la función para la cual es más apto, se pregunta si la mujer es apta para la guerra. Concluye que sí, pese a ser físicamente más débil que el hombre: “Por consiguiente, las mujeres de nuestros guerreros deberán abandonar sus trajes, puesto que la virtud ocupará su lugar. Participarán con sus maridos de los trabajos de la guerra y de todos los que exija la guarda del Estado, sin ocuparse de otra cosa. Sólo se tendrá en cuenta la debilidad de su sexo, al señalar las cargas que deban imponérseles”[4]. Más adelante agrega: “ya ves, mi querido amigo, que en un Estado no hay propiamente profesión que esté afecta al hombre o a la mujer por razón de su sexo, sino que habiendo dotado la naturaleza de las mismas facultades a los dos sexos, todos los oficios pertenecen en común a ambos, sólo que en todos ellos la mujer es inferior al hombre”[5].Sería interesante escuchar a las feministas radicales de nuestro tiempo opinar sobre estos enunciados.

Propone que los guerreros tengan hijos con las guerreras y que los hijos no pertenezcan a sus primogenitores, sino que a todos en común: que todos sean padres y madres de todos sus hijos quienes, a la vez, serán hermanos entre sí. Además, deberán ser cuidados y alimentados por otras mujeres, para no distraer a las guerreras de sus tareas principales. Luego regresa al postulado de capítulos anteriores: para que no se corrompan ni actúen movidos por intereses, los guerreros no deben tener propiedades sino ser mantenidos por los demás ciudadanos. Además, pasa del terreno individual a los asuntos públicos.

Llama la atención su pensamiento indulgente sobre el trato a los enemigos: “¿Y no es una bajeza y una concupiscencia innoble el despojar a un muerto? ¿No es una pequeñez de espíritu, que apenas seria perdonable a una mujer, el tratar como enemigo al cadáver de su adversario, cuando la cualidad de enemigo ha desaparecido, quedando sólo el instrumento de que se servía para combatir? Los que obran de esta manera, hacen lo que los perros, que muerden la piedra que los ha herido sin hacer ningún mal a la mano que la ha arrojado… Por lo tanto, que nuestros guerreros se abstengan de despojar a los muertos, y que no rehúsen al enemigo el permiso para llevárselos”[6].

En el mismo capítulo diferencia guerra de sedición: sedición es un conflicto entre compatriotas; guerra lo es con extraños. De allí se desprende que el conflicto entre griegos es una sedición y el único castigo es impedir el acceso a la cosecha pues es un problema entre hermanos. En cambio, con los bárbaros es guerra porque son extranjeros.

Consultado Sócrates sobre quienes deberían gobernar, aunque entiende que parece una locura, para él son los filósofos. El Libro V termina diferenciando el conocimiento (llamado ciencia) de la opinión, que es puesta a mitad de camino entre el ser y el no ser. El ser es el conocimiento y el no ser la ignorancia.

«La muerte de Sócrates» (1878) por Jacques-Louis David

El Libro VI expone por qué los filósofos deben gobernar: respetan la justicia, aman la verdad, tienen templanza, valentía y conocimiento. El amor por la verdad es lo más importante. Se cuestiona a los sofistas por charlatanes y manipuladores; se los acusan de utilizar la difamación como técnica para descalificar y volver a las masas contra los verdaderos filósofos[7]; además se señala que los sofistas establecen lo que está bien y lo que está mal de acuerdo a lo que les gusta. Para el Sócrates de Platón, lo supremo es el bien porque de él se derivan la verdad y el conocimiento. En este capítulo, además, esboza su teoría de las ideas.

En el Libro VII retoma los requisitos para gobernar la ciudad. Como preámbulo, Platón expone su famosa alegoría de la caverna y se propone llevar al hombre de las sombras a la luz de la verdad. Antes había exigido la formación en gimnasia y música, pero ahora agrega la aritmética, la geometría, la astronomía, pero, por sobre todo, la dialéctica. Prescribe etapas educativas para gobernar: la de la gimnasia, la del guerrero, hasta llegar a una edad donde la madurez permita actuar con apego a la verdad.

En el Libro VIII despliega su filosofía política: muestra los sistemas de gobierno y sus transiciones (siempre descendentes): Al relajarse los que están en el poder, de la aristocracia (el gobierno de los mejores) se cae en la timocracia (el gobierno de los ambiciosos)[8]. De la timocracia se pasa a la oligarquía (el gobierno de unos pocos ricos). Lo que destruye a la oligarquía es su avaricia; entonces, es sustituida por la democracia, la que a su vez es corrompida por el libertinaje, desembocando en la tiranía. El tirano elimina a todos los que se le oponen o le hacen sombra, distrae al pueblo con guerras y lo mantiene con dádivas, como si fuera el garante de sus beneficios, lo que hoy denominamos clientelismo.

Comienza afirmando que en “un Estado bien constituido todo debe ser común, mujeres, hijos, educación, ejercicios propios de la paz y de la guerra, y que deben designarse por jefes del mismo a hombres consumados en la filosofía y en la ciencia militar”[9] y que se los debe mantener mediante impuestos. Como expuso antes, los guerreros no tendrían nada propio sino todo en común.

Luego plantea como los regímenes políticos se corresponden con los caracteres humanos. Como todo lo que nace está destinado a corromperse, es evidente que cualquier sistema de gobierno no subsistirá eternamente y se destruirá. Según razones que expone en un pasaje oscuro, difícil incluso de entender para los expertos, La corrupción proviene por la procreación de hijos imperfectos y relajados que entrarán en lucha con los sabios y los justos. Para establecer la paz repartirán los bienes, pero perdiendo la confianza mutua. Cuanto más se honra las riquezas y los hombres ricos, menos se honra la virtud.

«La escuela de Atenas» (1509-1511) por Rafael Sanzio

Para el Sócrates de Platón la libertad llevada al extremo es el germen que produce la anarquía, tanto desde la democracia como desde la oligarquía. Se clamará por la presencia de un tirano para poner orden. Una vez en el poder, este tirano promoverá las guerras a fin de que el pueblo tenga necesidad de un jefe. Su guardia leal estará conformada por esclavos que él mismo libere. Devorará todo; “será el pueblo, engendrador suyo, el que lo mantenga a él y a los suyos”.

En el capítulo IX continúa el diálogo con sus amigos Glaucón y Adimanto. Aborda allí el surgimiento de los tiranos. Primero, da lo que hoy llamaríamos una explicación psicológica: lo atribuye a los deseos más oscuros del ser humano y a la falta de dominio. Luego esgrime una explicación sociológica: “porque cuando aumenta el número de estos hombres y el de los que los siguen, y ellos mismos se dan cuenta que son mayoría, entonces apelan a la insensatez del pueblo y elevan al cargo de tirano a aquel de entre ellos que manifieste en su alma las más encendidas dotes de tiranía”[10].

Sin embargo, para Platón, a través de la voz de Sócrates, quien que más sufre bajo la tiranía no es el ciudadano sino el tirano, que vive con miedo y desconfía de todos. A partir de allí regresa a la explicación psicológica del comportamiento humano. Dice que dentro de cada persona hay tres partes. Dichas con nuestras palabras, son el conocimiento, la emoción y lo instintivo[11] (nos recuerda la hipótesis moderna de los tres cerebros: la corteza cerebral, el sistema límbico y el cerebro reptiliano). El autor, a través de su maestro devenido a personaje, asocia estas secciones a tres tipos de hombres: el filósofo, el ambicioso y el avaro, del cual, el más feliz -siempre según su opinión- es el filósofo.

El capítulo X, ya alejado de la política, comienza con una diatriba en forma de diálogo contra los poetas, a quienes acusa de imitadores, basado en su teoría de las ideas: Sócrates personaje cree que las creaciones de aquellos son apariencias de una creación original (el arquetipo). Incluso Homero también es blanco de su crítica. Además, sostiene que corrompen a la mayoría de los hombres porque estimulan las emociones en detrimento de la razón. Como se infiere, Platón ve a la poesía como adversaria de la filosofía. Finalmente defiende la inmortalidad del alma (su antropología concibe el cuerpo como cárcel del alma) y se apoya en un relato de Er El Armenio, “originario de Panfilia. Este hombre, muerto en la guerra, fue recogido a los diez días junto a los demás cadáveres ya corrompidos, pero estando él intacto. Conducido a su casa para ser enterrado y dispuesto ya sobre la pira, volvió a la vida a los doce días y dio a conocer a los presentes lo que había contemplado en el otro mundo”[12]. Cree en un juicio tras la muerte para todos los hombres, algunos de los cuales van al Cielo y otros a una suerte de purgatorio, donde pagan por sus castigos durante un tiempo, para luego poder ascender. A partir de allí, apartándose por primera y única vez de la técnica del diálogo, realiza en largo monólogo donde expone su teoría de la transmigración de las almas, con la que cierra el libro, siempre elogiando la razón, la justicia y la virtud.

© Pablo R. Bedrossian, 2023. Todos los derechos reservados.


NOTAS:

Decir un breve resumen no es una redundancia. De esta extraordinaria obra se pueden hacer resúmenes mucho más extensos. Nuestro propósito es presentar las ideas principales y acompañarlas de unos pocos comentarios. Si bien compartimos las referencias de una única edición (“Platón Obras Selectas”, Edimat Libros, 2012), como hemos transcripto citas de diversas publicaciones, con frecuencia lo que el lector encontrará puede diferir levemente de aquel texto.


REFERENCIAS

[1] Algunos en lugar de la palabra guerreros traducen, por ejemplo, guardianes de la ciudad o defensores de la ciudad. También por tratarse de ciudades estado, algunos en lugar de ciudad (polis) traducen estado.

[2] Platón, “La República”, en “Platón Obras Selectas”, Edimat Libros, 2012, p.125

[3] Platón, Op. cit., p.169

[4] Platón, Op. cit., p.198

[5] Platón, Op. cit., p.195,196

[6] Platón, Op. cit., p.216

[7] Lo que se llama argumentos ad hominem: atacar al hombre en lugar de sus ideas.

[8] La timocracia es una forma de gobierno en la que los únicos que participan en el gobierno son los ciudadanos que poseen un determinado capital o un cierto tipo de propiedades.

[9] Platón, Op. cit., p.307

[10] Platón, Op. cit., p.350

[11] Una de las traducciones que leímos lo llama lo concupiscible pues Platón lo asocia con los malos deseos. Se refiere a la compulsión por los grandes placeres que lleva al hombre a obtenerlos por cualquier medio disponible sin ningún tipo de consideración.

[12] Platón, Op. cit., p.403

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