Vemos a los ancianos como si hubieran sido siempre viejos. Nos olvidamos que alguna vez fueron niños. Que amaron y lucharon, que lloraron y rieron. Que fueron como nosotros, y que algún día seremos como ellos.
Cuando uno ve un anciano, ve el final de una vida, la coronación de un ciclo, la culminación de un recorrido. Vemos sólo una imagen, la del final. Ignoramos u olvidamos que también vivieron (¡y superaron!) las mismas etapas que nosotros. Sobre todas las cosas, no advertimos que alguna vez tuvieron sueños, amores, luchas, desafíos. Perdemos de vista que alguna vez ellos, como nosotros, fueron niños.
Detengámonos un momento y hagamos un homenaje al niño que fuimos.
Que ese niño sobreviva en nosotros hasta el último minuto de vida, no sea cosa que el cinismo, el materialismo, las justificaciones de los adultos, le ganen en esa carrera, pues es el niño el que debe llegar a la meta.
(Fotos del autor de esta nota)
© Pablo R. Bedrossian, 2015. Todos los derechos reservados.
Bonus: ENCUENTRO CON JOAN MANUEL SERRAT
No recuerdo exactamente el año, probablemente 1991 o 92. Del momento sólo conservo el recuerdo, una descolorida foto y la nota publicada en Visión Joven que debe estar oculta entre una pila de ejemplares cubierta por el polvo. Era una conferencia de prensa y tuve la suerte de ser el primero en recibir el micrófono. Ingenuamente le pregunté al gran cantautor catalán:
– ¿Qué mensaje trae Ud. para los jóvenes?
– Se equivoca. No tengo ningún mensaje para los jóvenes. Vengo a cantar sobre los viejos.
La respuesta, que fue emitida más tarde por algún noticiero televisivo, me hizo sentir vergüenza de mi pregunta. Era joven y pensaba por y para los jóvenes. Jamás en nuestros mayores.