Son muchas las historias que escuchado y leído de médicos que dejan todo para ir a servir a recónditas zonas de África, pero ninguna como ésta.
Quizás alguno recuerde la historia de Albert Schweitzer, quien siendo el mejor organista de su tiempo, dejó la gloria para ir a trabajar como médico misionero en Lambaréné, en la actual Gabón, o la saga de “Fábulas de la Selva”, cuentos del Dr. Paul White, médico y misionero en Tanzania, surgidos de su propia experiencia. No faltará quien recuerde la vieja serie de TV Daktari. Todos ellos tienen un elemento el común: el romanticismo, entendido como una visión idealizada del servicio. Bajo este enfoque, los problemas provienen desde afuera; jamás desde el corazón de una organización dedicada a atender urgentes necesidades humanas.
Pero “África en mi sangre”, una novela que inevitablemente se revela como un relato autobiográfico, pone al desnudo que ante el desafío de servir al prójimo, el peor enemigo es el de adentro. El protagonista, el Dr.Alejandro Mercier, un alter ego del Dr.Carlos Somoza quien dedicó nueve años de su vida a trabajar como cirujano voluntario en Kenia, llega junto a su familia a un Hospital ubicado en una zona alejada del continente negro. Tristemente descubre los negociados que organizaciones no gubernamentales autodenominadas cristianas realizan bajo una pantalla de humanidad y fe. Peor aún le resulta confrontarse con situaciones de alto riesgo para sí mismo, creadas por las pequeñas y ególatras miserias de sus compañeros de labor. Resulta así una trama de alta tensión donde hasta el final nunca está dicha la última palabra. El relato se desarrolla en dos planos: el material, donde los hechos tienen implicancias para todos los actores, y el espiritual, donde el personaje principal manifiesta sus emociones ante las complejas situaciones padecidas. El acoso laboral o mobbing asoma durante toda la obra.
El autor, el Dr. Carlos J. Somoza, trabaja actualmente como médico oftalmólogo en Argentina. Lo conocí hace muchos años cuando ambos estábamos terminando la carrera de medicina. Lo recuerdo tocando el acordeón y compartiendo su fe con toda naturalidad. Al leer su obra, lo veo como un gigante, un hombre que decidió luchar por sus sueños, y que aprovechó sus fracasos y derrotas para aprender y crecer, reconociendo que la ingenuidad es un error tan grave como esperar justicia en un mundo que se mueve según los intereses del poder.
© Pablo R. Bedrossian, 2015. Todos los derechos reservados.
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