Serie CONFIESO QUE HE LEÍDO
Título: “El señor presidente”
Autor: Miguel Ángel Asturias
Año: 1946 (año de publicación de la primera edición; escrita entre 1922 y 1933)
Pocos saben que Guatemala tiene un Premio Nobel de Literatura: Miguel Ángel Asturias, quien lo obtuvo en 1967 en reconocimiento a su obra más importante, “El señor presidente”. Escrita entre 1922 y 1933 en París, pero recién publicada en 1946 (la edición definitiva, que tiene correcciones del autor, fue publicada por Editorial Losada en 1948), retrata de una manera audaz e innovadora la sanguinaria dictadura de Manuel Estrada Cabrera, quien gobernó su país desde 1899 hasta 1921.
Si alguno imagina que fue galardonado por su posición política, se equivoca. La obra tiene innumerables méritos y descubre una pluma -una mente- que no se conforma con contar una historia. Mencionamos aquí los aspectos que consideramos más relevantes.

Si bien hay antecedentes del siglo XIX como “Amalia” de José Mármol o “El matadero” de Esteban Echeverría y en el XX como “Tirano Banderas” de Ramón del Valle-Inclán, es pionera en lo que llamaríamos novelas de denuncia contra las dictaduras en Latinoamérica. “El señor presidente” pone en evidencia que el arma de los dictadores no es el poder, sino el terror. Da muy pocas referencias del tirano -ni siquiera menciona su nombre-, pero lo da a conocer a través de acciones cargadas de cinismo y soberbia. También señala la ciega adhesión de sus esbirros, como el auditor, un personaje cuyo sadismo describe a la perfección en su trato a Niña Fandiña, en el episodio, quizás, más conmovedor de la novela.
Es pionera también en el uso del realismo mágico, cuyo cultor más eminente ha sido el colombiano Gabriel García Márquez. Asturias combina lo imaginario con lo real, lo onírico con la vigilia. Juega en esos planos sin perder de vista que su objetivo no es distraer sino humanizar, pues no presenta el drama de una manera macro, sino exponiendo lo micro, situaciones personales que revelan la fragilidad de la existencia -con sus sueños, emociones y contradicciones- y su precariedad frente a los poderes totalitarios.
Finalmente, es pionera también en su innovador estilo literario, que inaugura una senda que luego será recorrida por muchos escritores del continente, como Mario Vargas Llosa o el mencionado García Márquez. La belleza de su escritura, que por momentos convierte la prosa en poesía, la plétora de imágenes que utiliza y su rica sonoridad, hace que el relato fluya no solo por el tema, sino por la forma. Además, los diálogos saben adoptar el tono popular de las tabernas o el caliche usual entre vecinos.
Se ha propuesto que Asturias, al reconocer su mestizaje (del que rescataba con orgullo sus raíces mayas), ha dado a la lengua española sabor a indio. Probablemente eso se aplique a otras obras suyas, pero creemos que hubiera escrito lo mismo en “El señor presidente” fuera blanco, mestizo, indígena o negro. Lo que le da valor a la obra no es el color ni la raza del autor -algo fuera del contexto-, sino la exposición sin anestesia ni edulcorantes de una penosa realidad de la cual han sido víctimas casi todos los ciudadanos desde México hasta la Argentina.
Recomendamos la lectura de la edición de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Incluye varios artículos al principio y al final, en los que destacamos los de Arturo Uslar Pietri, Mario Vargas Llosa y, sobre todo, el de Sergio Ramírez titulado “El tirano que adoraba a la diosa Minerva”.
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